Amy Adams no es ninguna petarda. Es dulce, discreta, sencilla, aniñada. No hace demasiadas películas, no es demasiado famosa, ni demasiado alta, ni demasiado delgada, ni demasiado guapa. Bueno, esto último es dicutible porque guapa sí es muy guapa. Pero no da escándalos, ni acapara portadas. Eso sí, las pocas veces que apece en público, arrasa.
Hace poco la veíamos enfundada en un mono color frambuesa de la colección resort de Louis Vuitton, y conseguía borrar de nuestra memoria a todas aquellas que antes se atrevieron con la arriesgada apuesta de llevar esa misma prenda, véase Maggie Gyllenhaal, Gwyneth Paltrow o Rihanna. Ella se llevaba la palma.
Y una vez más, no falla. Esta vez el modelo no era menos arriesgado: un vestido de Christian Dior, palabra de honor, de escote bañera en pico, brocado, y de color champán, que no es fácil de llevar, pero a ella le sienta inmaculado a pesar de su aparatosidad, su toque añejo, que podría echarle encima varios kilos y años.
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cristineta
Que vestido mas bonito, me encanta, y mira que este color no me llama mucho, pero con este vestido me encanta.
Saludos!!
Dave Sanders
Me gusta mucho. Esta chica es pura elegancia. Pero pienso que un color más oscuro (tampoco demasiado, para no contrastar más de la cuenta) le habría sentado mejor, dado su tono de piel. Dave Sanders.