Blake Lively y Leighton Meester en la fiesta de estreno de la segunda temporada de Gossip Girl

Esta semana finalizaba el rodaje de sus primeros capítulos y la serie con más éxito de la temporada pasada ya tiene fecha de estreno: será el 1 de Septiembre. Por aquello de hacer vacaciones antes de volver a la carga, el plantel al completo de la versión adolescente de Sexo en Nueva York celebraba ayer una fiesta en los Hamptons (dónde han estado rodando todo el mes pasado) para dar por inaugurada la inminente llegada del nuevo curso televisivo, curso que la verdad es que promete a juzgar por el goteo de imágenes que nos han ido llegando a lo largo de todo el verano.

Allí veíamos a la benjamina del grupo, Taylor Momsen, espectacularmente sexy en el photocall del evento, pero la rubia peligrosa no estaba sola, la escoltaban todos sus compañeros de reparto: Blake Lively y Penn Badgley, su hermano en la ficción, Chace Crawford, Leighton Meester, Ed Westwick y Jessica Szhor.

Las que sin embargo acaparaban todos los flashes y miradas, sin desmerecer a la pequeña Momsen ni al resto de reparto, eran Blake y Leighton, protagonistas dentro y fuera de la pequeña pantalla.

Ambas vestían en colores claros, muy cándidas y discretas, pero con estilismos totalmente diferentes; mientras Blake Lively me sorprendía para mal, Leighton Meester volvía a hacer pleno al quince en cuestión de savoir faire.

Lo mejor de Blake estaba en la parte de atrás de su atuendo; el vertiginoso escote trasero de su top de cuello halter y volantes, en blanco y de terrible tela semitransparente, era la parte más admisible de su modelo; los jeans blancos que lo acompañaban (y salvaban) le sentaban bien, pero ese top, y las tremendísimas sandalias, no tienen (mi) perdón.

Me extraña bastante su elección, ella que siempre va con mini vestidos y acierta, la verdad es que no sé quién la engañó para que se saliera de esa medida que domina y de la que hace tanto alarde para meterse en semejante menester. Las transparencias nunca fueron buenas, y menos en tops ya de por sí complicados, las chorreras es mejor que vayan solas, todo junto (pantalón pitillo extremadamente ajustado incluido) es demasiado. Por muy fina que sea una, resulta ordinario.

Meester, al contrario, estaba estupenda, sencilla, fresca, sin complicaciones ni combinaciones extrañas, chic con aire retro; el vestido amarillo empolvado que llevaba, ajustado de cintura para abajo, y de manga afarolada, me encanta, y los zapatos, maravillosos, con tacón metálico de fantasía, firmados por Miu Miu.

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