Yo no sé a vosotras, pero a mí el invierno me pone melancólica. Con el frío llegan las noches demasiado largas, las tardes de sofá, manta y película y las pocas ganas de salir de casa. La soledad que no he sentido durante todo el verano se me echa encima y me recuerda que no me confíe, que el invierno va a ser largo.
En esos momento, lo confieso, yo recurro a mi pareja y amigos. La seguridad y tranquilidad de tener alguien al lado que va a hacerme compañía ayuda a mandar callar a la soledad. Sin embargo, este año me ha pasado algo diferente: en vez de querer huir de la soledad me he planteado qué es lo que me daba tanto miedo de ella y cuándo fue la última vez que estuve a solas conmigo misma.
Por qué nos da miedo la soledad
La realidad es que no tiene nada de malo o extraño que temamos a la soledad. Los seres humanos somos personas sociales, que necesitamos formar parte de grupos sociales y relacionarnos con otros. Además, - aunque cada vez menos - vivimos en un tipo de cultura colectivista que promueve la interdependencia entre personas y pone las necesidades grupales por encima de las individuales.
No solo eso, sino que todos sabemos que la soledad tiene una más que mala fama. Cuando hablamos de ella lo solemos hacer con connotaciones negativas y se trata de un sentimiento que nos puede empujar a tener comportamientos poco apropiados e incluso perjudiciales para nosotros mismos, por el único motivo de evitarlo.
De ahí que, en ocasiones, aceptemos por parte de otras personas comportamientos que nos hacen daño. Es lo que nos lleva a evitar entrar en discusiones o confrontaciones con los demás, por miedo a que nos abandonen. También es la causa por la que nos involucramos en relaciones románticas o sociales que no queremos, y no nos hacen felices, únicamente por necesidad.
Relaciones por necesidad
Muchos de nosotros hemos visto en más de una ocasión, - es posible que incluso hayamos sido protagonistas de ello - a personas que enlazan relaciones una tras otra. Personas que, aunque una relación haga aguas, no la finalizan hasta que no tienen otra esperando. En estos casos, se tratan de mujeres y hombres que se involucran en estas relaciones porque tienen miedo a estar solos.
La ironía es que, empezar una relación - ya sea romántica o amistosa - porque necesitamos a otra persona para no sentirnos solos no solo es un mal comienzo, sino que tiene muchas papeletas de llevarnos a una relación que no nos haga feliz. Estas relaciones están basadas en la necesidad y en el miedo y estos son malos cimientos para que una relación sea saludable .
Sin embargo, cuando hemos aprendido a estar a gusto con nosotros mismos y dejamos de temer a la soledad, las relaciones en las que nos involucramos son más saludables. El motivo es simple: no se basan en el miedo, sino en el deseo de compartir parte de nuestro tiempo con otra persona. Cuando no tememos a la soledad y nos sentimos a gustos con nosotros mismos, somos más capaces de encontrar gente que venga solo a sumar.
Qué quiero decir con esto: si yo estoy a gusto estando sola, si soy perfectamente feliz en soledad y conmigo misma, no voy a aceptar en mi vida a nadie que no mejore ese estado. Y esto se deberá única y exclusivamente a que no lo necesito, a que estar sola no me da miedo. De esta manera, podemos estar con otra persona porque queremos y no porque lo necesitamos.
Aprendiendo a estar solo
Una de las cosas que más curiosa resulta es que, las personas con pareja también se sienten solas en ocasiones, lo mismo que las personas con una intensa vida social o una familia muy unida. Por ello es tremendamente importante que aprendamos a estar a gusto con esta soledad y que, incluso cuando estamos en pareja, seamos capaces de dedicarnos tiempo a nosotros mismos y a reforzar esa relación a solas con uno.
Para aprender a estar solos tenemos que pasar tiempo en soledad y buscar formas de disfrutarlo. Y cuando digo en soledad, me refiero a en soledad de verdad: nada de Whatsapp, de redes sociales o de otros métodos de relación social remotos. Dediquémonos tiempo a nosotras y nosotros mismos, disfrutemos leyendo ese libro que tanto nos gusta, invirtamos tiempo en ese hobby que tanto nos gusta y que nadie comparte con nosotros, ofrezcámonos una autosesión de belleza y relajación.
¿Alguna vez os habéis planteado ir al cine solos? ¿O a tomar un café a una terraza con vosotros mismos? Quizás incluso a alargar ese momento y acabar comiendo con nuestra única compañía. Pues este es el momento de hacerlo. Escoged un día de la semana y dedicároslo a vosotras mismas, cuidaros, mimaros, disfrutad de vuestra propia persona.
De esta manera, podremos seguir siendo seres sociales, pero conseguiremos ser seres sociales con criterio. Personas que han despojado a "la soledad" de sus connotaciones negativas y que basan esa sociabilidad en el querer, en el aportar y en el sumar en vez de en el necesitar.
Imágenes | Eat, pray, love, Giphy