Antoine de Saint-Exupéry era un escritor famoso en su país, pero tuvo que escribir su obra más universal desde el exilio, desde Estados Unidos. Allí, invadido por la nostalgia, se fabricó su propio cuento para escapar de la realidad que le rodeaba.
Una fábula llena de reflexiones filosóficas y decorada con unos maravillosos dibujos inspirada en un aterrizaje forzoso que tuvo que realizar en Libia en 1935, un momento en el que la deshidratación le provocó alucinaciones.
El Principito es mucho más que un cuento infantil para disfrutar a cualquier edad, mucho más que las aventuras de un pequeño príncipe que viaje por el espacio sin ayuda de una nave, mucho más que un niño preguntando y diciendo lo que un adulto ni se atrevería a decir.
Además se trata de una obra literaria increíblemente adaptable a otros medios, gracias a las ilustraciones con las que Saint-Exupéry lo lanzó al mercado, sus dibujos de un pequeño hombrecito con rizos rubios, con bufanda, etc. Una ilustración que se convirtió en todo un icono pero también en camisetas, ilustraciones, obras de teatro, películas, un motivo para una taza, varias películas, una serie de dibujos y mil y una otras formas más.
Una obra universal, traducida a 250 idiomas, que no puede concebirse sin sus ilustraciones, que el propio escritor consideraba simplistas, infantiles y poco esquemáticas, pero que precisamente fueron la clave de su éxito. Fácilmente adaptable a cualquier medio de comunicación mucho antes de que existiera la palabra merchandising o de que alguien se hubiera planteado ni siquiera su existencia.
Fotos| El Principito
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