En Gales (Reino Unido) existe un salón de peluquería llamado Bauhaus Cardiff donde han tenido la brillante idea de instaurar lo que han llamado algo parecido a la "silla silenciosa". No, no es que hayan reservado una silla específica donde los clientes que prefieren relajarse y estar en silencio puedan sentarse, sino más bien una opción a la que pueden acceder para desconectarse, leer un libro o escuchar música sin tener que dar conversación al estilista.
Lo normal cuando uno va a la peluquería para que le corten el pelo, se lo tiñan o le peinen es entablar una breve conversación con el estilista para explicarle lo que queremos que nos haga. Cuando se tiene la suerte de coincidir con un estilista agradable a quien le guste hablar, el resultado de su trabajo suele ser mejor, y resulta menos doloroso el momento de tener que abonar la factura.
Aunque existen estilistas que aseguran saber más sobre la vida y la forma de ser de algunos de sus clientes que sus propias familias, para muchas personas la peluquería se ha convertido en un lugar estupendo donde poder desconectarse del mundanal ruido, ponerse al día con todas las revistas del corazón, y enterarse de los últimos chismes del barrio. Otros, en cambio, prefieren la filosofía de los spa, donde uno no suele mantener conversación alguna con el masajista o terapeuta.
Miller, pues así se llama el dueño del salón, asegura que esa pequeña conversación explicativa del principio entre cliente y estilista es absolutamente necesaria. Es lo que José Miguel Gallardo, el fundador y alma de TeaCut - un salón de autor con Lab propio de Sevilla -, llama "la escucha activa".
Hay clientes que comentan que ese es su momento "lila pause", y que resulta muy agradable poder hacer un alto en su rutina diaria, insinuando que les gustaría disfrutar de un poco de paz, por lo que aprovechan para cerrar los ojos y relajarse. En estos oasis de paz, el tiempo es valioso, por eso apuestan por ayudar a su clientela a disfrutar de él, en un entorno tranquilo y pausado.
La mayoría de los estilistas no se sienten ofendidos cuando los clientes emiten señales tácitas e inequívocas como consultar sus mensajes en el móvil o su cuenta de Instagram bajando la cabeza para que se produzca un contacto visual, y comprenden perfectamente el que la gente quiera estar en silencio. Cada vez quedan más lejos aquellos tiempos en los que los clientes consideraban a sus peluqueros como a una especie de psicólogos aficionados con quienes mantenían conversaciones profundas y trascendentales.
Vosotros qué opináis, ¿es mejor que las peluquerías sean una especie de spa donde poder relajarse y desconectar del ajetreo diario, o un lugar seguro donde poder dar rienda suelta a tus preocupaciones, compartiendo y hablando de todo?
Vía | Bauhaus Cardiff
En Trendencias Belleza | TeaCut, un salón de autor con Lab propio
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