Que levante la mano quien haya fracasado en el intento de convertirse en runner. Aunque nuestras ciudades se hayan llenado de corredores en los últimos años, y parece que a todos nos gusta más esa idea que la de encerrarnos en un gimnasio, el running sigue sin ser un ejercicio que esté al alcance de cualquiera. Tanto si existe algún problema de salud que impida correr como si, simplemente, no nos gusta, el power walking puede ser la alternativa ideal para mantenernos en forma.
Pero, ¿qué es exactamente el power walking? La parte de walking la tenemos clara: caminar. Todos caminamos en nuestra vida cotidiana, en mayor o menor medida. Pero el power walking va más allá: convierte caminar en un deporte. Esto se consigue con tres factores fundamentales: la postura, el ritmo y la constancia en las sesiones.
El primer punto que debemos trabajar para ponernos en forma a través del power walking es la postura. Caminar sabemos todos, pero ¿sabemos caminar bien? Y, sobre todo, ¿sabemos convertirlo en una caminata activa? Para que el power walking funcione debemos tener en cuenta los siguientes tips posturales: hombros atrasados, espalda erguida, pecho elevado, abdomen contraído y mirada al frente.
En el ritmo de las sesiones, comprobaremos que el power walking difiere bastante de la simple idea de salir a caminar tranquilamente por la ciudad. Para que el ejercicio sea efectivo a la hora de tonificarnos y, especialmente, para quemar calorías, lo ideal sería realizar entre cuatro y cinco sesiones semanales, de entre 45 y 60 minutos. En esta sesión diseñada por Reebok, por ejemplo, se sigue un ritmo alto: cinco kilómetros y medio, a 9:15 minutos/kilómetro con un gasto aproximado de 400 calorías. Este es solo un ejemplo, pero una de las grandes ventajas del power walking es su adaptabilidad a las condiciones de quien lo practica. Otro ejemplo sería la sesión del siguiente vídeo:
Queda claro que el power walking es un ejercicio de cierta exigencia, pero ¿cuál es la diferencia con el running? La más importante es, quizá, el impacto articular. Al permanecer siempre un pie en el suelo, el desgaste sobre las articulaciones es mucho menor que corriendo. Por ello, se convierte en el ejercicio ideal para personas con lesiones crónicas o, sencillamente, para runners en días de descanso.
Pérdida de peso, mejora de las condiciones cardiovasculares, reducción del colesterol, fortalecimiento y tonificación de piernas, glúteos y abdomen... Los beneficios físicos del power walking son indudables. También, igual que ocurre con el running, existen una serie de beneficios psicólogicos, asociados tanto a la liberación de endorfinas como a la lucha contra el estrés y la ansiedad.
Sea porque no os gusta correr, porque alguna lesión os lo impide o porque os apetece comenzar a practicar deporte con sesiones adaptables en exigencia, el power walking puede ser la alternativa perfecta. Solo necesitáis unas buenas zapatillas (y bonitas, que esto siempre ayuda) y ¡a caminar!
Fotos | Pixabay, Nike, Adidas.
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