Ser flexitariana poco tiene que ver con el placer sexual de rozarse la entrepierna con elegantes y erguidos flexos de Ikea. Tampoco está relacionado con un tipo raruno de narcolepsia cuando alguien grita ¡FLEX! ni con comer solamente abiertos de piernas mostrando una total y envidiable flexibilidad.
Los flexitarianos son (atención) (esto es muy fuerte) (spoiler) (respirad hondo) gente normal que come como lo hacían sus abuelos: más verde que carne y la carne, que coma verde. ¡Boom! ¿Quién se lo iba a imaginar? Cosas añejas que personas vestidas con ropa vintage de ancianos desconocidos deciden reflotar en una cafetería de Nueva York.
Concienciación, sostenibilidad y salud.
La dieta flexitariana es tan sencilla que se podría resumir en tres palabras: comer bien sano. Parece fácil y peor de todo es que lo es pero no lo hacemos. De hecho, el flexitarianismo es algo más que una dieta, es una forma de vida muy digna. Una base principal de fruta, vegetales, legumbres y cereales pero sin restricciones que a veces dan dolor de cabeza, es decir, ocasionalmente puedes comer alimentos de origen animal sin tener penitencia. Sin embargo, la clave que determina si eres flexitariano o no está más en la frecuencia de consumo que en el consumo en sí. Comer carne o pescado de forma anecdótica te hace flexitariano, hacerlo de forma controlada no. Por eso no se trata tanto de reducir como de intentar evitar.
Los (permitidme) flexitarianers tienen lo mejor de los vegetarianos (envidiable concienciación animal y búsqueda incansable de la sostenibilidad) y lo mejor del refranero (y la nevera) de tu abuela (una vez al año no hace daño, de perdidos al río y a croquetas regaladas no le mires el relleno).
No hay prohibiciones, solo convicciones.
Pero si nos ponemos el disfraz de vegetariano (acelga por delante y lechuga por detrás) esto es una broma de mal gusto (una apiobroma) (perdón). Ser flexitariano es como ser un vegetariano flojo. De pacotilla. Es hacer trampa.Es un sí pero no. Un no pero bueno. Es ser semi, pseudo, casi o medio. Es solo la puntita vegetal. Con toda la razón del mundo te apuntarán con una zanahoria y pedirán o todo o nada. Y tú, con todo tu buen corazón, te acercarás lentamente y le darás un mosdisquito a esa zanahoria. Porque en el fondo sois colegas.
Nos gusta mucho a unos seguir tendencias y a otros meternos en el plato ajeno pero si el flexiterianismo sirve para instaurar buenos hábitos, ¿qué más da?
Olvídate de las etiquetas y haz lo que quieras pero al menos aliméntate de forma saludable con un consumo responsable y sostenible. Mira qué fácil:
- Intenta sustituir la carne roja por pollo o pescado.
- Introduce nuevos productos en tu despensa (y en tu boca, que si no no vale) como el tofu, la quinoa o semillas varias.
- Recupera la naturalidad de tu abuela. No, no hace falte que te pongas un pañuelo negro en la cabeza. Come bien sano. Es lo que ella te diría. O ya te lo digo yo.
¡Viva la paz mundial dentro y fuera de la mesa!
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