Santiago Isla (Madrid, 1994) lo tiene todo para generar interés. Es joven. Es guapo al estilo de esa canción de la Costa Brava que dice: "no conozco a quien se resista a su sonrisa de dentista [...] incluso el más cínico puede apreciar la belleza de las cosas simples". Y tiene talento como para hacer carrera sin que su padre sea el CEO de Inditex. Pero es hijo de Pablo Isla, sí, y músico y escritor con talento y, como él dice siempre que puede, "también tiene un trabajo de verdad" porque es guionista en Movistar+. Ahora acaba de publicar Los juegos florales (Espasa), su segunda novela y, después de leerla, nos moríamos de ganas de sentarnos a hablar con él de todo ello.
Es la última hora de la tarde y Santiago llega puntual a hacer el trámite. Él mismo ha elegido el lugar: un café acogedor e íntimo en el barrio de Chueca. Me lo cuenta el equipo de la editorial que lo acompaña, sin embargo, alrededor de nuestra mesa parece que haya una campana de cristal que repela ese ambiente. Isla está a la defensiva, o tal vez tiene un mal día, o simplemente está cansado de dar entrevistas.
Es cierto que la promoción de un libro puede ser más extenuante aún que escribirlo y, además, acaba de tener su primer linchamiento en redes por unas declaraciones en una entrevista. En ellas se preguntaba si su generación "no es capaz de llegar a donde piensa que se merece" por "haber tenido todas las facilidades para no tener que lidiar con la frustración, el fracaso o la dureza de ciertas situaciones".
Volviendo al libro del que ha venido a hablar, Los juegos florales es la prueba de que el madrileño posee la capacidad de observación o ese don innato necesario para poder escribir algún día una gran obra. Va sobre las promesas, las decepciones y la frustración a través de un joven (Ignacio Benavides) que intenta vivir de la escritura en el Madrid actual. Algo que lleva con más pena que gloria hasta que consigue meter la cabeza en el círculo cultural más elitista de la ciudad. Porque esta novela no es un drama sobre las penurias de ser artista, es una sátira en la que el autor se ríe hasta de sí mismo.
Parece que hay dos tipos de escritores: los que sufren escribiendo y los que disfrutan del proceso. ¿De cuál eres tú?
Yo soy de los que disfruta. En mi caso, no entiendo la escritura como ese ejercicio de vaciarse por dentro y sufrir. Para mí escribir es un placer. Es verdad que hay momentos más agradables que otros y en los que estás más inspirado. Pero, para mí, es sobre todo un disfrute. Aparte, intento que sea así porque sino, ¿para qué hacerlo?
Tal vez es por eso que Los juegos florales es un libro divertido...
Mezcla momentos dramáticos o trágicos con momentos más cómicos o irónicos porque, en general, no me gusta el arte monocolor. Si en una historia son todo muertes, dramas, catástrofes... al final se me hace monótona por muy bestia que sea la acción. Y al revés también. Si todo es una parida y una chorrada me canso de los chistes. Prefiero que haya grises o que tenga un pie en cada lado. A mí, como lector o espectador, me suele gustar mucho eso y es lo que he intentado reflejar un poco en el libro.
También tienes un grupo de rock: Chelsea boots. ¿Qué vino primero: la música o la literatura?
A la vez, no son cosas excluyentes. Desde pequeño me ha gustado mucho la música y la literatura. Es un interés y una curiosidad pura. Algo natural. Y en mi caso siempre han estado las dos presentes.
¿No recuerdas algún momento concreto en el que se despertara en ti el interés por el arte?
Pues no me acuerdo a que edad aprendí a leer. ¿A qué edad aprenden a leer los niños? ¿cinco años? ¿seis años? No lo sé, pues por ahí más o menos me empezó a interesar. Claro que el momento en el que sueles ser más consciente de que las cosas te apasionan de verdad es durante la adolescencia. A los 13 ó 14 años es donde me nace el impulso de hacer canciones o escribir cuentos.
¿Y cómo se tomaron en casa que salieras artista?
Normal. Yo, con mis defectos, creo que siempre he sido un buen hijo. No he dado muchos problemas tampoco. Además, ten en cuenta que no es como decirle a tus padres repentinamente: "papá, mamá, quiero ser artista" sino que es algo progresivo. Así que no es que les impactara mucho, no fue una sorpresa. Siempre se lo han tomado muy bien. También te digo que mi dedicación a esto no es exclusiva, que luego tengo un trabajo de oficina como todo el mundo.
¿Hay algún mensaje que te haya transmitido tu padre que te haya ayudado a llegar donde estás?
No sé, pretender resumir estas cosas en una frase, un consejo o condensarlo en una enseñanza es un poco absurdo porque no es real. En mi casa siempre ha habido un ambiente muy literario, siempre ha habido muchos libros, se ha hablado de ellos, se han comentado e intercambiado. Y con la música un poco igual. Lo que me ha influido es crecer en un ambiente en el que los libros y la música siempre han estado presentes.
Tú mismo apareces en la novela como un personaje ajeno al narrador y al protagonista. ¿Es una estrategia para evitar que te pregunten eso tan molesto de cuánto tiene de ti Ignacio Benavides?
No, no está hecho de manera explícita. Me hace gracia y me gusta que tenga ese resultado. Parece que lo autobiográfico, lo que viene de la autoficción, valga más que lo imaginado y lo creativo pero este es un libro de ficción. Es producto de la creatividad, es imaginación, es un juego. Mi intención, sobre todo, era divertirme un poco. Buscar la complicidad del lector y hacer un poco de broma con ello y reírme de mí mismo.
¿Y cuánto tiene de ti Ignacio Benavides?
Honestamente, muy poco. Me parezco muy poco. A lo mejor por eso cuando aparece el personaje de Santiago Isla, a Ignacio le cae mal.
De hecho, a ti el narrador te describe literalmente como "entre miedoso y engreído" y con un punto pedante como para citar a Gil de Biedma cuando habla con sus amigos. ¿Estás de acuerdo?
Eso no lo puedo decir yo, lo tiene que decir la gente que me conozca. Espero que no sea cierto. De hecho, es una exageración o una parodia. Estoy riéndome de unos clichés.
La verdad es que en el libro a veces parece que te estés marcando un roast yourself. Ya sabes, ese challenge de YouTube en el que escribes una canción con todo lo que tus detractores dicen de ti.
También hay que tener en cuenta que está visto a través de los ojos de Benavides.
¿Podría haber de por medio, tal vez, un poco de síndrome del impostor?
Hombre, el síndrome del impostor es inevitable. Ahora que hace casi un mes que salió del libro tengo menos porque ya he hablado mucho de él pero cuando estás escribiéndolo si que tienes la sensación de que estás engañando a la gente, a ti mismo... Pero no es por eso sino por lo que te he dicho antes, porque el humor con uno mismo me parece más sano y más divertido.
¿Crees que se te va a juzgar más duramente por apellidarte Isla?
Es que, si digo la verdad, no dedico tiempo a pensar en ello porque es una cosa que escapa a mi control. Entonces tampoco le doy ninguna vuelta. Lo que tengo que intentar hacer es escribir lo mejor que pueda y conseguir que la gente se interese por lo que escribo.
Te lo pregunto porque la novela habla de un escritor en busca del éxito, así que me preguntaba si a ti te ha podido cerrar puertas.
Es que te vuelvo a repetir lo mismo. Es un balance un poco absurdo o que no me corresponde a mí hacer así que no creo que tenga mucho sentido que insistas. Tiene cosas buenas y cosas malas, como todo, pero es que es una cosa que se escapa a mi control así que tampoco tengo que darle más vueltas.
Documentándome para la entrevista me ha dado la sensación de que eres un lector más de clásicos que de autores contemporáneos. ¿Es así?
Mi interés por los clásicos es más por formación. En mi adolescencia leí casi exclusivamente clásicos, sobre todo, hispanoamericanos. De hecho, no es broma, cuando llegué a segundo de bachillerato yo ya me había leído prácticamente todas las obras incluidas en el temario. Podría decirse que los clásicos son mi escuela de escritura.
¿Y qué autores contemporáneos te gustan?
Autores del siglo XXI que me gusten mucho hay un montón: Houellebecq, Carrère, Javier Marías... Y así más jóvenes me encanta, por ejemplo, Karina Sainz Borgo.
Vamos, que de Sally Rooney ni hablar (risas).
Me he comprado el libro Gente normal justo ahora, pero no me lo he empezado todavía. Mira, me estoy leyendo un libro de un autor argentino que me está gustando mucho. Se llama Salvatierra de Pedro Maiaral (Libros del asteroide, 2021).
¿Cómo se ha tomado el círculo cultural madrileño Los juegos florales?
Los colectivos, aunque en las noticias parezca que sí, no hablan; son las personas las que hablan.
Ya, hombre, pero en la novela hay personajes que pueden reconocerse fácilmente en la vida real... Si hasta estás tú en persona.
Pero son perfiles más que personas reales. No creo que nadie lea el libro y diga "joder, si este soy yo, qué cabrón". A lo mejor hay gente a la que algunas partes satíricas le parezcan un poco injustas y otra gente a la que le haga mucha gracia y se ría de sí misma. Por eso empiezo el libro riéndome de mí. Eso marca las reglas de un juego en el que me voy a reír de ciertas cosas pero que, de quien primero lo hago, es de mí. Entonces no creo que haya gente que se haya sentido herida por este libro o retratada en un mal sentido.
Pero, ¿has tenido algún feedback? No tiene por qué ser negativo, como tú mismo decías antes.
Se ha acercado gente de todos los extremos. Desde a felicitarme por el libro a decirme que no le ha gustado, pero nadie me ha dicho "este retrato que haces de este grupo de gente, de este ambiente es injusto es incorrecto"...
O que es certero...
Bueno, eso a lo mejor sí que me lo han dicho un poco más pero vamos, en general no ha habido ningún problema en ese sentido.
Acabas de tener tu primera polémica en redes, ¿crees que se malinterpretaron tus declaraciones en The Objective?
Es que es un tema que escapa de mi control así que no, no creo que tenga que valorarlo de ninguna forma porque, ¿para qué?
¿No te gustaría matizar nada ahora que tienes la oportunidad?
Te lo repito. Es algo que escapa a mi control y, ¿para qué?
Los juegos florales (ESPASA NARRATIVA)
Fotos | Jay Gambin
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