Cuidado, tu futuro jefe está mirando lo que haces en las redes

Las empresas afirman consultar las redes sociales de sus (futuros, sobre todo) empleados. Para empezar: reconocer que vas a cotillear está feo, muy feo. Pero leo que esto va muy en serio y me pregunto qué, cómo, cuándo y por qué mientras por la otra línea empiezo a capar mi Facebook, a hacerme la anónima en Twitter, a privatizar mi Instagram y obviamente, a fulminar mi perfil de Tinder. Yo qué sé. Ahora tengo miedo.

¿Qué pretenderán encontrar o qué desearán no haber encontrado jamás?

Las empresas son los nuevos padres en las redes sociales. ¿Quién es usted (aparte de mi jefe, mi líder, mi máximo dirigente, mi sustentador económico y mi más admirado ser superior del sector en el que a sus pies me dispongo) para fisgonear y meter la nariz ahí? (Ahí no, en el otro AHÍ). Nadie. Usted, mi alteza, no es nadie.

Por lo visto, esto está pasando de ser la última moda a una moda ya de sobra establecida. Stalkear muy fuerte al candidato (aka sospechoso, hasta que sus redes sociales demuestren lo contrario). Lo normal. Lees el currículum del susodicho, vas a su digno (aunque a veces avergonzarte) LinkedIn y ni contento ni perezoso ni satisfecho, corres como una fan de Justin Bieber a sus redes sociales que en algún momento fueron, seguramente, personales.

¿Qué será lo siguiente? ¿Rebuscar en nuestro cesto de ropa sucia?

¿Acompañarme al supermercado para ver si cometo algún fraude pesando la fruta? ¿Mirarme como relleno el diario para la dietista por si omito ciertos alimentos prohibidos que siempre negaré haber comido a las tres de la mañana? ¿Quedar en secreto con mi madre para que te enseñe mi álbum de fotos? ¿Llamar a mi ex? ¿Hacerte pasar por una cita Tinder? Dios mío, qué idea más buena. Calla. Qué miedo.

Me equivocaba. Nuestros padres nunca harían eso. Ellos respetarían nuestros espacios de basura ilimitada, no preguntarían por esas fotos en las que salimos disfrazados de Minion sexy y con alguna ilegalidad en la boca o manos. No forzarían nuestro pestillo del baño ni escucharían a escondidas nuestras llamadas de teléfono con el chico que nos gusta. Tampoco cuestionarían nuestras indeseables resacas o nuestros «espera, espera» mientras te subes el pijama y apagas el portátil. Ellos nunca pasarían por nuestro muro de Facebook sin dejar rastro. Mi madre no juzgaría en silencio y por la espalda una foto de puro postureo (quizás porque siente la obligación moral de comentarlo absolutamente todo). Vuestros padres nunca os dejarían de querer por los vídeos cantando en playback que subís a Instagram. Creo. No lo sé. ¿Habéis probado a enseñárselos? Yo no.

Definitivamente, los de recursos humanos son las nuevas suegras. La cuestión es sacar defectos, hacer preguntas incómodas, mirar debajo de la cama para contabilizar pelusas o pasar el dedo por la estantería más alta o en su defecto, por la llaga.

Buena suerte y que viva el amor. Y las suegras.

Fotos: Pixabay.com

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