Pueden parecer inofensivas, pero estas dos frases lanzan un mensaje a nuestros hijos de que nunca es suficiente en lo que a éxito se refiere
Lo sé, es todo complicado lo mires por donde lo mires. Los adolescentes atraviesan uno de los momentos más complejos de su existencia y nunca vamos a poder controlar al 100% su desarrollo, pero sí hay un aspecto con el que podemos tener cuidado, y que tiene un efecto mayor del que pensamos en ellos: nuestra comunicación sobre el éxito.
Jennifer Wallace es periodista graduada en la Universidad de Harvard, colabora en The Wall Street Journal y The Washington Post y tiene tres adolescentes en casa. Lleva años investigando sobre la paternidad, la infancia y la educación. De hecho es considerada experta en crianza y ha plasmado sus conocimientos en un libro que ya es bestseller del New York Times, ‘Never Enough: When Achievement Culture Becomes Toxic-and What We Can Do About It’. En él habla justo de eso, del éxito y concretamente del éxito futuro de los jóvenes.
A partir de entrevistas con familias, educadores y casi 6.000 padres, expone cómo la presión por el rendimiento no es una elección de los padres, sino que “está integrada en nuestra sociedad y estimulada por la creciente desigualdad de ingresos y la disminución de oportunidades”. Es un libro que habla de la toxicidad que rodea al éxito, de que nunca es suficiente, de la precariedad, del sentimiento de insatisfacción de los jóvenes al no alcanzar lo que se les prometía.
En el libro cuenta que una de las lecciones más importantes que ha aprendido a lo largo del tiempo y después de su investigación, es que los hijos pueden dudar del amor incondicional que un padre tiene por ellos por los mensajes sobre el éxito que reciben. Pensamos que estamos valorando su esfuerzo, pero hay frases que el adolescente recibe como una crítica de sus padres y esta percepción puede llegar a afectar a la salud mental de los niños.
La experta invita en el libro a que los padres reflexionen sobre el éxito y dejen de ver este como una meta a alcanzar. El verdadero trabajo de los padres es entender las fortalezas de sus hijos, ayudarles a que entiendan qué les importa y cómo eso les puede hacer felices. No hay que entrar en pánico, porque para cambiar el discurso simplemente tenemos que ser un poco más conscientes de lo que les decimos, y así evitar que un adolescente vea la crítica de sus padres hacia su futuro y su esfuerzo, como pasaría si usáramos estas dos frases.
Tu trabajo es ser estudiante
Pensemos en las claves de la felicidad de Finlandia. Lo escribí yo y no recuerdo que dijera que para ser feliz solo había que trabajar. Si decimos un adolescente que su trabajo es ser estudiante lo único que le pediremos es que se centre en estudiar, estudiar, estudiar y estudiar. En cambio si les implicamos en otras cosas como el voluntariado o simplemente la ayuda a un familiar les daremos un mensaje que para su futuro es vital: tú no eres tu trabajo. Un adolescente es mucho más que un estudiante.
Quiero verte dar el 100% en todo
La psicóloga infantil Lisa Damour, explicaba a Wallace en su libro que es importante enseñar a los niños a ser energéticamente eficientes y eso nunca pasa por dar el 100% 24/7. Piensa en ti e imagina lo que sería que siempre tuvieras que estar el 100% constantemente y en todo.
Si le lanzamos ese mensaje sobre el éxito a un niño, lo que le estamos diciendo es que tiene que ser siempre perfecto (con la consecuente dismorfia de la productividad cuando sea adulto), y que no hay lugar para el descanso. Los niños y los adolescentes también tienen que aprender a ser estratégicos con su propia energía.
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