Tres cosas que podemos aprender de gente que no usa smartphones o redes sociales

Muchos nos pasamos varias horas al día atados a nuestros dispositivos, mirando a la pantalla para ver si hemos recibido otro "me gusta" o un nuevo e-mail, informándonos sobre lo que pasa en el mundo o perfeccionando nuestra presencia en línea. Se supone que las plataformas de redes sociales como Whatsapp, Snapchat, Instagram, Facebook y Twitter hacen que nos sintamos más conectados, pero nuestra dependencia tecnológica para poder "ver" el mundo social que nos rodea puede llegar a ser insoportable.

El centro de investigación Pew Research Centre recientemente publicaba que alrededor de un cuarto de los adultos estadounidenses decían estar "casi constantemente" en línea. No sorprende que el estrés, la adicción, la depresión y la ansiedad sean consecuencias del uso de estas redes sociales que muchas veces [han sido específicamente diseñadas](https://theconversation.com/digital-addiction-how-technology-keeps-us-hooked-97499](https://theconversation.com/digital-addiction-how-technology-keeps-us-hooked-97499) para que nos mantengamos ocupados repitiendo [las mismas acciones](https://techcrunch.com/2012/03/27/pull-to-refresh-the-patent/](https://techcrunch.com/2012/03/27/pull-to-refresh-the-patent/) una y otra vez.

Aún así, para muchos la idea de desconectarse resulta angustiante o simplemente imposible. Por eso realizamos un pequeño estudio con 50 participantes que podrían parecer raros en tiempos en los que nuestras vidas están dominadas por los dispositivos electrónicos. Ninguno de los participantes usaba redes sociales o tenía teléfono móvil, incluso la mayoría se negaba a utilizar el correo electrónico.

Nuestro objetivo era comprender el motivo por el que estas personas habían decidido desconectar y cómo lo habían conseguido, pero en vez de buscar soluciones rápidas para el exceso del uso de las redes sociales, exploramos los principios y valores que motivaron a nuestros participantes para vivir de esa manera. Mucho se ha escrito sobre cómo desconectar pero de poco sirve si no conseguimos experimentar los beneficios.

Esto es lo que los participantes de nuestro estudio dicen que han aprendido sobre vivir sus vidas sociales fuera de Internet.

1. Pasar tiempo con otras personas

Parte del problema de las redes sociales es que no sólo las usamos para comunicarnos, sino que también promueven una forma particular de estar conectados y apoyar a quienes nos rodean. Estas interacciones se canalizan a través de la plataforma para crear datos, que en última instancia se devuelven a empresas de análisis de datos y a profesionales del marketing.

Los participantes de nuestro estudio compartían una profunda convicción en que es posible socializar de forma diferente, centrándose en la expresión, el contacto, la conversación y la presencia física en el mismo espacio. Para ellos, es algo que ayuda a mantener un sentimiento de unión y conexión humana.

No hay nada como un abrazo.

Aunque esta aceptación hacia otras personas de forma más lenta y profunda fuera especialmente valorada por los participantes de nuestro estudio, también pensaron que podría ser algo valioso para la sociedad en general. Las redes sociales están marcadas por una angustia del frenesí y todos nos beneficiaríamos si nos tomáramos las cosas con más detenimiento e hiciéramos balance más a menudo.

Hoy en día son muchas las personas que se ven intimidadas por la sensación de estar "siempre conectados" y buscan retomar el equilibrio y distanciarse de las cosas que producen estrés. Para los participantes de nuestro estudio, personas que no usaban smartphones ni redes sociales, asociaban el tiempo que pasaban con otras personas a sensaciones de calma y daba sentido a sus vidas.

Los participantes de nuestro estudio cuestionaban qué tienen de "social" las redes sociales: qué es lo que constituye la comunicación y qué obtenemos de la forma en la que se mide la sociabilidad en las redes sociales (ya sea amistad, apoyo o contacto social). En vez de tener cientos de "amigos", este tipo de personas siempre preferiría quedar con gente en persona y fomentar relaciones que les sirvan de apoyo en tiempos difíciles.

Puede que al principio la idea de aprovechar la oportunidad de desconectar provoque ansiedad, pero el truco es darse cuenta de que apagar nuestros dispositivos no significa que vayamos a perdernos cosas. Cuando desconectas por primera vez, puede que pases más tiempo contigo mismo, pero es en esos momentos cuando te puedes dar cuenta de lo agotador que es mantener las relaciones en línea y, de hecho, de lo superficial que es estar encerrado en interminables intercambios de información trivial.

Aquellos que eligen desconectarse no están tristes ni son marginados sociales: se trata de personas que se han liberado de los dispositivos, que han escapado de la abrumadora cantidad de información y de tareas. Es evidente que estas personas tienen un profundo sentido de conexión con el mundo y con sus seres queridos.

3. Ser en vez de hacer

Muchos de los que se desconectaron disfrutaban de una nueva vitalidad, porque encontraron tiempo para crear una conexión con el mundo de aquí y ahora. Esto es crucial para ayudarnos a reajustarnos y relajarnos y así poder estar preparados para los momentos más estresantes.

Puede que el tiempo que nos pasamos hojeando contenidos no parezca implicar mucho esfuerzo mental o físico, pero la luz que emiten las pantalla está lejos de ser relajante. Es mucho menos probable que podamos dormir bien si compartimos la cama con nuestro smartphone o consultamos el móvil hasta quedarnos dormidos.

¿El FOMO te quita el sueño?

A medida que el mindfulness se hace más popular, la tecnología muchas veces se aprovecha de sus ideas principales. En Instagram, por ejemplo, los influencers más famosos alardean de su nivel de yoga y promocionan disciplinas espirituales. Los medidores de actividad, los datos sobre la salud y las aplicaciones de yoga suelen estar entre las apps más descargadas para smartphones.

El grupo de personas que habían desconectado afirmaba que deberíamos ser más críticos con el uso que hacemos de nuestras aplicaciones y empezar a dejar de lado nuestro teléfono. Si el mindfulness se trata de centrarse en el momento presente (canalizar nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones a medida que pasan por nuestra cabeza), no nos hace falta un dispositivo. Estar conectados constantemente acaba resultando, paradójicamente, en menos tiempo libre y los momentos en los que podemos pensar sin interrupción proporcionan un gran refugio para las exigencias del día a día.

Las personas que optaban por no estar conectadas no se habían desconectado para ser "antisociales", sino que lo hicieron para estar al mando de cuándo y dónde conectaban con otras personas. Puede que se trate de personas vanguardistas que nos están mostrando el camino hacia nuevas formas de ser más felices, de estar más relajados y de ser más sociales. De aquí a diez años es posible que recordemos el comienzo de las redes sociales como parte del periodo de madurez de la humanidad: un tiempo en el que se crearon divisiones sociales, ansiedad y desasosiego perjudiciales para la salud y el bienestar de muchas personas. Puede que hasta que llegue ese momento lo mejor sea deshacernos de nuestros teléfonos móviles o por lo menos apagarlos de vez en cuando.

Autores: Rowland Atkinson y Mariann Hardey

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí

Traducido por Silvestre Urbón.

Fotos| Pexels.com

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