Hay ciudades como París, a las que siempre queremos volver para descubrir por ejemplo, sus museos escondidos y menos conocidos. Ciudades como Lisboa nos invitan a volver una y otra vez para seguir perdiéndonos en sus calles. O Roma, donde encontramos tantos secretos que volver a ella es lo menos que podemos hacer.
La Via del Banco di Santo Spirito en Roma esconde algo que no esperas. No es un restaurante en el que probar la mejor carbonara de la ciudad, ni una pequeña heladería regentada por un matrimonio que lleva 70 años juntos. No es un pequeño local de segunda mano en el que encontrar un bolso de Gucci de los 90 por 20 euros, ni es una tienda de souvenirs. Ni una cafetería. Lo que la Via del Banco di Santo Spirito de Roma esconde son las estrellas a plena luz del día.
Para poder verlas tendremos que dar con el Arco dei Banchi, un rincón secreto y oculto a pocos pasos del Castel Sant'Angelo y el Lungotevere.
El Arco dei Banchi, el rincón secreto más especial de Roma
La magia nos la encontramos en el Arco dei Banchi, un pasaje con una atmósfera misteriosa y oculta que al cruzarlo, parecerá que estamos descubriendo el mayor de los secretos de Roma.
Este pasaje conecta la actual via del Banco di Santo Spirito con via Paola, y está muy cerca del Castel Sant'Angelo y el Lungotevere, dos puntos mucho más turísticos e imprescindibles para decir que conoces la ciudad de Roma.
El Arco dei Banchi lleva ahí muchos siglos. Debe su nombre a los puestos de comerciantes, banqueros y notarios que desarrollaban sus actividades alrededor de San Pietro cuando la plaza era, en el siglo XV, centro de la vida financiera romana.
Ponte Sant'Angelo era la conexión de la ciudad con el Vaticano, y la via del Banco di S. Spirito, también llamada Canale di Ponte, era el punto que conectaba a los peregrinos de Roma con el Vaticano. Este camino les llevaba a Ponte Sant'Angelo y después, a San Pietro. Era un camino para los creyentes y todo se hizo pensando en ese simbolismo. Hasta el siglo XVII, la única fuente de iluminación de este pasaje cubierto era una luz que se colocaba justo sobre la imagen de la Virgen, para que esta siempre estuviera iluminada por la noche.
En la entrada del pasaje hay una piedra original con un grabado, la placa más antigua de Roma que recuerda la crecida del Tíber en noviembre de 1277. La inscripción en piedra y separada la inscripción latina en dos a la altura del agua, que dice: “Aquí venía el Tíber, pero turbio, de aquí pronto se retiró en el año de Nuestro Señor 1277, sexta indicción, séptimo día del mes de noviembre, estando la iglesia desocupada”.
Pero lo realmente impresionante es su fresco en la bóveda, una bóveda celestial que parece cosa de magia. Todo el techo está pintado de un color azul plagado de estrellas que podremos ver hasta a plena luz del día.
Un secreto escondido en Roma que estamos deseando descubrir.
Fotos | Andrei Popescu, Marco Chilese y Chris Czermak en Unsplash
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