Hace unos días, el amigo Montag nos anunciaba que los directivos de la cadena norteamericana ABC han decidido poner fin a la que se suponía iba a ser la digna sucesora de Sexo en Nueva York, Cashmere Mafia. De hecho ni siquiera van a sacarla en DVD para ganarse unos dólares. Y la verdad es que no me extraña demasiado porque en este caso, las comparaciones son absolutamente necesarias.
Si hay alguien más en la sala que crea que Lucy Lui nunca podrá ser sinónimo de elegancia por mucho que se empeñen, que levante la mano por favor. Chloe se preguntaba un día si ella sería la próxima Sarah Jessica Parker. Mi respuesta es rotundamente no. Aparte de no gustarme absolutamente nada como viste en la vida real, en mi opinión su mejor papel fue precisamente el cameo que hizo en la cuarta temporada de SATC, en un episodio en el que Samantha utilizaba su nombre para hacerse con un Birkin de Hermès. Fabulosa Sam. Seguro que os acordáis.
Me duele decirlo, pero los estilismos creados por su majestad Patrizia Field para la serie no eran del todo acertados, se pasaba de recargada. Además iban casi todas clónicas, demasiado uniformes. Parecía que se vestían juntas cada mañana y a veces daba la impresión de que ni se cambiaban de ropa, y eso para una serie en la que el único aliciente son los estilismos, es bastante triste.
Digo yo que sería por ir acorde al guión. Y es que los personajes de las cuatro amigas exitosas y residentes en Manhattan eran casi de encefalograma plano. A la pregunta de si Cashmere Mafia ha conseguido ser el mejor relevo de Sexo en Nueva York, la respuesta vuelve a ser que no. Ni pizca de gracia, ni pizca de chispa, prácticamente ni pizca de interés.
Porque aquí no están la columnista ingeniosa, la abogada cínica, la publicista depravada ni la perfecta ama de casa. Aquí hay cuatro mujeres que en el fondo nos da igual a que se dediquen porque sus historias aburren profundamente. Y es que no pasa nada, no salen (o poco), su dieta no está hecha a base de cosmopolitan's, están todas emparejadas, menos la rubia, y no tienen amigos en estado de gracia (va por Stanford y Anthony Marantino). ¿Pero qué invento es esto? Además es que no hay feeling entre ellas. O no como el que había entre Carrie, Charlotte, Miranda y Samantha.
La serie se salva por el personaje de Juliet Draper, interpretado por Miranda Otto, una mujer encantadora y refinada, que dirige un hotel de lujo, que está felizmente casada y no tan felizmente engañada, que tiene una hija adolescente insoportable, y que lo afronta todo con una entereza y una clase que me hacen gracia. Es una magnífica actriz y sabe resultar creible, además su look es el mejor, como tiene esa belleza a lo Veronica Lake, la visten con trajes impolutos, es la más sofisticada de todas, la menos dada a la pomposidad.
Y es que a Lucy Liu, y ya paro de meterme cariñosamente con ella, le ponen unos joyones de fantasía y unas cosas espantosas. Si hasta hace footing con pieles de chinchilla! Vamos, el colmo del abursdo y del sinsentido, por mucho frío que haga en Central Park.
Aunque vale, hay veces que se salva como con este último look. En ese capítulo iba guapa. Eso sí, los complementos me los quedaba todos porque llevan siempre unos bolsos y unos zapatos fantásticos. Y a pesar de que le haya dado semejante rapapolvo a la serie, oye, todo es verla y juzgar. Pero merece mucho más la pena tragarse la reposición entera de SATC. Quién avisa no es traidor...
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