Son brasileñas pero poco tienen que ver con Gisèle Bündchen. Son una de esas rarezas cariocas más cercanas a Bruna Tenorio o Caroline Trentini que a chicas Victoria como la perfectamente curvilínea Adriana Lima.
Nacidas hace dieciocho años en Sao Paolo, son altísimas, escasas en formas, muy espigadas, de mandíbula prominente y nariz ensalzada. Son de esas guapas extrañas en un mundo de bellezas venidas del este y de pulcro aura.
Se trasladaron juntas a vivir a Nueva York con apenas dieciséis años tras ser descubiertas de manera casual (para mí que eso son leyendas) en su ciudad natal y desde entonces no han parado de desfilar, posar y protagonizar portadas y editoriales en las mejores revistas y ante el objetivo de los mejores fotógrafos.
Ambas son mejores amigas y su cercanía y fuerte vínculo es vox populi en los backstage de medio mundo.
Mientras Carolina debutó en un show de Christopher Kane en Nueva York el mismo año en que cerraba un desfile de Marc Jacobs, y ha aparecido desde entonces en editoriales de Harper's Bazaar, Vogue Italia o l'Officiel, mientras ha sido protagonista de campañas publicitarias como las de Acne jeans.
Daiane Conterato debutaba de la mano de Prada en Milán y ha aparecido en el Vogue francés o el New York Times y ha sido fotografada por Juergen Teller para Marc Jacobs al tiempo que abría y cerraba desfiles para Yohji Yamamoto o Proenza Schouler.
Su meteórica y paralela carrera parece que no tiene fecha de caducidad, y yo que me alegro, porque me gusta esta nueva camada de modelos que están a años luz de las tops de los noventa y su incipiente y real formosidad, pero que abren puertas a nuevos arquetipos de mujeres hasta ahora inéditas en las primeras planas.
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