A Emily Blunt, inglesa de nacimiento y de tan solo veinticinco años, todos la conocemos por su entrañablemente arisco personaje de Emily en El Diablo se viste de Prada, y más recientemente por su estirado papel en una película que si no habéis visto os recomiendo, The Jane Austen Book Club, está estupenda en él y recuerda a una joven Coco Chanel en versión profesora de francés.
Francesa pero de verdad es Marion Cotillard, única ganadora como mejor actriz en la historia de los Oscar por una película no americana de presupuesto, y encima, emulando a la gran Edith Piaf.
Ambas son jóvenes, de corta carrera pero de atractivo muy especial; blancas de tez, oscuras de pelo, y de ojos claros, tienen esa belleza clásica y poco artificial que tanto escasea en un panorama plagado de rubias oxigenadas y de dudoso talento.
Marion hizo una de las apariciones más estelares que se recuerdan en los último años sobre una alfombra roja gracias a su vestido sirena de Jean Paul Gaultier Alta Costura, que le sentaba como un guante; Emily, acudía a esas misma ceremonia enfundada en un sencillo Calvin Klein que hacía honor a su mirada y sus suficientes curvas.
El azul es precisamente un color que le sienta estupendamente a ambas, aunque mientras Emily suele apostar por las siluetas pegadas y los brillos, aquí la vemos con un gown asimétrico de Marc Bouwer, Marion se decanta más por los vestidos vaporosos y los volúmenes.
El negro, color de la noche por antonomasia, es otro de sus feudos, Emily, lo prefiere en versión larga, y Marion, a lo little black dress, eso sí, con encaje.
¿Elegancia británica o refinamiento francés?
Yo me quedo con las dos.
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