Primero fue morena, después rubia, y de nuevo ha vuelto a su estado natural: Mariacarla Boscono, esta italiana de rasgos atípicos y belleza rasgada nacida en Roma hace 28 años, es la musa por partida quintuple de las mejores campañas de este invierno. Ante tanta competencia venida del este, Mariacarla representa la distinción y rareza europeas con un toque de sensualidad mediterránea, y esa es la clave de su éxito, además de haberse reinventado varias veces.
Riccardo Tisci, director creativo de Givenchy, la descubrió en una fiesta en 1997 y la hizo immediatamente imagen de la firma, la introdujo en el circuito parisino y se fijaron en ella otras maisons tan prestigiosas como Bulgari y Chanel, Calvin Klein o Cavalli, y es que aparte de participar en la mayoría de semanas de la moda (menos en Nueva York, donde nunca ha pegado demasiado fuerte) desde entonces; haciendo un parón en 2006, cuando la rechazaron en la pasarela de Milán por problemas de peso y decidió darse un tiempo; Mariacarla no es nueva en esto de monopolizar campañas, en 2002 logró acaparar ni más ni menos que ocho: Christian Dior, DKNY, Jean Paul Gaultier, Karl Lagerfeld, Marc by Marc Jacobs, Michael Kors, Moschino, y Versace. Ahí es nada.
Y es que parte de su sonado romance con el hijo de Carine Roitfield, al que conoció encima de las pasarelas, la italiana de tez transparente y melena azabache no ha hecho más que desacar por méritos propios.
Como he dicho antes, Tisci la descubrió y la hizo ipso facto su musa, así que a él le debe prácticamente todo esta joven no tan joven que se crió en África en medio de leones y jirafas; de hecho, ha sido imagen de la casa casi ininterrumpidamente desde entonces, y ha alternado la publicidad con abrir y cerrar todos sus shows. Aunque esta vez no sea imagen en solitario (como si lo fuera por ejemplo en 2005, el mismo año en que destronó de H&M a Kate Moss), sigue siendo la protagonista, y su imagen se asocia casi directamente a la marca.
Siguiendo con el blanco y negro, Moschino es otra de las firmas que ha contado con ella para la nueva temporada; había desfilado para ellos en varias ocasiones pero es la primera vez que protagoniza una de sus campañas; y la verdad es que su extraño canon de belleza se ajusta bastante al espíritu de la casa: en estas fotos Boscono parece una de sus muñecas.
Pucci, otra mítica firma, la ha retratado cuál marquesa romana en su Palazzo, con un halo de glamour, exquisitez y lujo, propios de la nobleza italiana; me chifla la estética barroca de la campaña, que Mariacarla haga de diva impasible y ostentosa pero con perfume a rancio, porque parece sacada de una de esas revistas de decoración que nos enseña las mansiones de los diseñadores y celebrities venidas a menos pero que se refugian en sus mundos de estatuas y paredes de terciopelo, si es que parece que detrás suyo van a aparecer de repente Valentino y Nati Abascal, con gafas de sol, pos supuestísimo.
John Galliano sin embargo, hace de la modelo algo totalmente distinto, mucho más mística e irreconocible, en una habitación roja, como si estuviera frente al Moulin Rouge en Montmatre, pensativa, triste, y decadente. Muy suya. Muy Galliano.
Pero con la campaña publicitaria con la que sin duda me quedo es con la de Hermès, me fascina: otra vez más, giro de tuerca y una nueva versión, esta vez étnica, de Mariacarla Boscono, que posa arando con bueyes y cargando zurrones como si fuera un pastor Tibetano; magníficos paisajes, magnífico enfoque y magníficas fotos.
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