Ayer Bill Gayten volvió a asumir la responsabilidad de presentar una colección de Alta Costura para Dior. Y volvió a fallar. Después de aprender la lección de que se mueve mejor en los códigos grabados a fuego de la marca que en la grandiosa genialidad creativa que caracterizó la etapa de Galliano, las prendas se mostraron a prensa y clientas en dos pases en los salones del mítico número 30 de la Avenue Montaigne y es que la presentación no tuvo nada que ver con los excesivos shows que organizaba Galliano. Maquillaje discreto, ausencia total de accesorios, sin ningún tipo de escenografía que apoyase el concepto de lo que se quería mostrar.
Pero el principal problema es que tampoco la ropa tenía nada que mostrar. Una tras otra, las salidas eran una sucesión de grandes éxitos de Dior. Siluetas y volúmenes que cualquier amante de la maison reconoce a simple vista pero que no aportan absolútamente nada a la moda más que demostrar lo importantes que son los archivos de la marca y el insuperable nivel de excelencia que tiene el equipo de costura de Dior, y que es reivindicado en cada colección que han presentado desde el despido de John Galliano.
Y es que según apuntan algunos de los rumores este equipo de artesanos son el verdadero problema para encontrar un relevo para el gibraltareños frente a Dior, ya que algunos de los diseñadores sondeados como Tisci solo aceptarían el reto con la condición de llevarse a todo su equipo, lo que significaría tener que despedir a toda esa gente y parece que los directivos LVMH no están dispuestos.
Una vez más el New Look volvió a ser la inspiración. El blanco, el negro y el gris son los colores que reinan con ligeras concesiones al beige, berengena, lavanda y rojo, otro gran clásico en Dior. Esta paleta tan escasa la justifican bajo la premisa de la que nace la colección: la de mostrar una visión de las prendas a través de rayos X, juego que llevan a la realidad a través de transparencias, superposiciones de capas y bordados sin conseguir que casi ninguna salida resulta espectacular por algo más que la aparatosidad de los vestidos.
Si algún ermitaño aficionado a la moda hubiese estado los últimos 15 años sin saber qué hizo John Galliano en Dior probablemente podría pensar que la colección es correcta y perfectamente ajustada al legado del fundador de la marca, pero los que debemos gran parte de nuestro amor a la costura y la moda al trabajo del gibraltareño no podemos hacer otra cosa que extrañarlo y pensar que un gran genio está siendo desperdiciado cuando recordamos la emoción que surgía en cada pase de sus colecciones. Ahora y tras este año de duelo, no nos queda más remedio que aprender a vivir sin él. Si eso es posible.
Fotos | Getty Images
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