Riccardo Tisci ha cogido el petate. Quizás, elucubra una, cansado de modas superficiales, de presiones de la industria y tonterías de editores ha sacado su alma gitana y de trashumante y se ha puesto a viajar en un tren a ninguna parte para su colección de Alta Costura Otoño-Invierno 2012/2013.
Largas capas que tapan cuerpos de ricachonas, con alma de gitanas, han sido las protagonistas de la colección que parece haber sido tele-transportada desde el pasado de unos 60 un tanto hippies y los estilismos que podríamos ver en Woodstock hasta el mundo de Mad Max, el de siglos posteriores afectados por luchas de tribus y un mundo violento, siempre visto bajo el prisma de gafas ultravanguardistas.
Sus gitanas pueblan hoy en día las regiones del sur de Italia, donde él nació y él las hace bailar al ritmo de una canción de Fleetwood Mac y cubre de artesanía a mano con miles de cuentas poblando sus cuerpos en un mosaico espectacular en rojos sangre, cafés, terracotas y marrones profundos.
Y desde un bosque animado y bajo la atenta mirada de un precioso can, Tisci vuelve a hacer grande la casa de Hubert quien estaría de lo más satisfecho.
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