Jean Paul Gaultier era un genio de la moda en los 80, el enfant terrible de la moda era como se le conocía, y continúa tirando de la inspiración de aquella década para sus nuevas colecciones. Eso sí, las referencias son las mejores porque es Alta Costura, y esto siempre es elegante y garantía de calidad y diseño rompedor. El problema es que Gaultier se nutre de demasiada inspiración y la colección acaba mezclando lo oriental con lo alpino, haciendo que el desfile pierda coherencia.
Así, en cada nuevo look, el francés nos lleva de viaje a esquiar a Los Alpes a una reunión de altas finanzas en Paris, pasando por viajes exóticos a la India, Afganistán, Rusia o Japón.
Del desfile, nos quedamos con lo que mejor sabe hacer: los ponchos y telas drapeadas y enrolladas alrededor del cuerpo, la deconstrucción de los trajes de rayas, las chaquetas cortas ceñidas a la cintura, y los saris reinventados.
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