¿Es la belleza eterna? Quizás no tanto, porque a lo largo de la historia, el ideal de belleza ha cambiado mucho, y las grandes obras de arte así lo reflejan. Puede que una cara con proporciones equilibradas y sin imperfecciones haya sido sinónimo de belleza desde que lo estableció así Leonardo da Vinci, pero algunas características muy distintas han definido lo que es la belleza femenina en la historia de la humanidad.
El Instagram @gucccibeauty comenzó recordado obras clásicas con los rostros más bellos del arte. En ellos se aprecian los cambios en los rasgos y la delicadeza en diferentes períodos de la historia. Un recorrido que nos deja absortos contemplando la exaltación de la belleza más pura y que nos da ganas de comprobar cómo han cambiado los ideales de belleza en el arte y analizar algunas obras a lo largo del tiempo.
El concepto de belleza como una manera de mantener las medidas y las proporciones ordenadas es una idea que surgió de los filósofos Platón y Aristóteles. Durante el Renacimiento se dió gran importancia a la belleza, buscando la armonía de las partes, al igual que se hizo en la Antigüedad Clásica, dando suma importancia al equilibrio matemático. De una manera u otra, belleza y arte han estado unidos inspirándose mutuamente, aunque la visión haya cambiado a lo largo de la Historia.
Los principales periodos históricos han ido marcando las distintas épocas artísticas, y han ido definiendo su modo de ver el cuerpo humano. Los cambios en la sociedad, las épocas de bonanza o restricciones, la influencia de la religión, los periodos en los que se quería romper con lo anterior, han ido modificando la visión de la belleza y su definición, y en estos momentos que a continuación repasamos, cuando más ha inspirado la belleza de la mujer las obras artísticas.
Maquillándonos desde el Antiguo Egipto
A ellos les debemos el khol de ojos que enmarca la mirada, lo que demuestra la importancia que siempre ha tenido para las mujeres mostrarse más bellas y majestuosas con joyas o con maquillaje. En el Antiguo Egipto maquillarse era todo un arte casi divino.
La perfección del Renacimiento italiano
Mirando a la Grecia y a la Roma clásica, en el Renacimiento se pusieron las bases de lo que es considerado bello actualmente: ciertas proporciones en la silueta y en el rostro que buscaban la simetría y seguían las medidas de la razón aurea.
En el Renacimiento se idealizaban las largas melenas rizadas de cabellos rubios o rojizos, piel blanca, rasgos delicados, y una silueta de pechos y caderas pequeños que tiene su culmen en la Venus de Botticelli. Eso sí, se apreciaba un abdomen redondo muy lejos del six-pack marcado que ahora se venera.
Las tres gracias o cómo la silueta ideal no existe
Un tema mitológico recurrente entre los pintores, que cada artista ha dibujado a su modo y a sus gustos personales, demostrando que no existe un ideal sino muchos distintos. Raphael las veía con silueta redondeada, y pechos pequeños, hacia el año 1500.
Más delgadas se las imaginaba Lucas Cranach el Viejo en 1531. Un ideal de belleza mucho más asumible que el actual.
Posterior (datada de 1630 aprox.) es la obra de Rubens Las Tres Gracias, un pintor barroco que destacó a las mujeres por sus curvas, sin prescindir de la celulitis ni las carnes flácidas, pero reflejando la sexualidad, la fertilidad, y la belleza de una manera fascinante.
La dulzura del Rococó (siglo XVIII)
Mujeres dulces de ojos grandes, con rubor en las mejillas y en los labios servían de inspiración a los artistas de la época. La piel era blanca e impoluta, mostrando vitalidad y sensualidad. Frente al realismo del barroco, el gusto del Rococó es más exquisito y delicado.
La feminidad del Romanticismo (siglo XVIII)
Los largos cuellos eran venerados, y los vestidos con corte imperio provocaban que el escote fuera la zona con más protagonismo de la silueta femenina, mientras que la cintura y la cadera pasaban a un segundo plano. Se amplía el concepto de belleza, para pasar a una mayor expresividad.
La languidez de la Inglaterra Victoriana (siglo XIX)
Una cintura estrecha era el ideal victoriano, así que las mujeres empezaron a utilizar corsés de manera casi obligatoria. Para palidecer su piel, las mujeres victorianas lavaban su piel con amoniaco y pintaban su rostro con pinturas con base de plomo, demostrando que belleza y salud no siempre han ido unidas de la mano. En la pintura victoriana predomina la melancolía, y el carácter ensoñador de la mujer.
La languidez era la característica femenina más reflejada en el arte de la época, como si las mujeres representaran un papel secundario, de sumisión.
La mujer independiente del siglo XX
Desde el estilo andrógino de los años 20, el siglo XX llegó para demostrar que las mujeres queríamos romper las reglas sobre nuestro papel en la sociedad. En el siglo pasado resurgió una mujer fuerte, independiente, pero aún así muy al tanto de las tendencias de moda y belleza. El maquillaje y la ropa se vio como una manera de reflejar nuestra personalidad, la rebeldía y las oportunidades que tenemos como mujeres. Numerosas artistas mujeres como Sonia Delaunay, Tamara de Lempicka, Natalia Gontcharova, Georgia O’Keeffe o María Blanchard cambiaron la visión de la mujer con sus obras.
Siglo XXI: todo bajo el filtro de Instagram
Las redes sociales han cambiado nuestra manera de percibirnos, y los selfies la manera en que percibimos las belleza. Ya no es el espejo el que dicta cómo nos vemos, sino que Instagram con sus filtros, y los likes y comentarios que recibimos a través de las redes determinan si nos vemos mejor o peor. Un selfie como manera de decir buenos días, aquí estoy, de autoafirmarnos y de considerar quiénes somos.
En definitiva, vemos que no existe un solo ideal de belleza, sino muchos, y que para descubrir que una mujer es bonita, no solo influye cómo es ella sino cómo la percibimos nosotros, lo que valoramos, y cual es nuestra visión.
Foto | Instagram @guccibeauty, Wikipedia