Lo confieso, pertenezco a la generación millennial y tengo varios tatuajes. Algo que hace años me valió varias discusiones con mi madre y que aún hoy en día sigue siendo motivo de desacuerdo. "Mamá, todas mis amigas lo llevan" le decía yo, y razón no me faltaba. Porque la mía es la generación mas tatuada hasta la fecha y la que ha conseguido romper todos los estereotipos sobre tatuajes. Lo siento mamá, pero ahora los tatuajes molan.
Creo que es algo que debe ir en la genética, pero no conozco a ningunos padres que se fueran a sentir cómodos si sus hijos llegan a casa anunciando que quieren hacerse algún dibujo en la piel. Lo cual me indica que debe haber muchos progenitores con batallas perdidas ahí fuera, porque lo cierto es que, contra el consejo de nuestros mayores, cada vez nos hacemos más tatuajes. ¿La buena noticia para ellos? Que ya no son sinónimo de "mala vida, mal gusto y mala educación", citando a mi madre.
Los millennials somos muchos y nos tatuamos mucho
Lo de que somos muchísimos no lo digo solo yo, lo dicen todos los estudios al respecto. Porque según las estadísticas el equipo millennial es más numeroso que cualquier generación anterior. ¡Somos ya más de 2 billones! Y no solo eso. No es por presumir, pero las mismas investigaciones afirman que nos hemos convertido en la "generación más importante del mundo en cuanto a empleo y crecimientos de consumo". Así que si nos hemos empeñado en poner de moda la tendencia body art, lo mejor será no resistirse.
Las hermanas Hadid por sí solas consiguieron recuperar el chándal, así que no hay límite a lo que un par de billones de personas podríamos conseguir. Y los números no mienten: el arte corporal del tatuaje ha ganado muchísima fama como forma de expresión personal, como la ropa o el pelo. "Un 23% de los hombres y un 37% de las mujeres tiene ya uno o varios tatuajes." Es innegable, son ya una marca indeleble en la sociedad y sus perspectivas continúan yendo al alza.
No, un tatuaje no nos impide encontrar trabajo
Como venía diciendo, esta idea de que la mía es la generación tatuada no es algo que me haya inventado sobre la marcha. Muchísimos estudios avalan mi posición, aunque basta con salir a dar un paseo y mirar alrededor para ver que cada vez hay más tatuados a nuestro alrededor. ¡Somos una invasión! Con este primer frente de batalla perdido, mi madre intentó hacerme entrar en razón hablándome de los peligros a los que me enfrentaría si trataba de buscar empleo con un tatuaje.
Quizá no sea la primera vez que lo oís, pero la leyenda cuenta que los tatuajes tienen mala fama y pueden hacernos parecer menos serios y responsables. Porque estaban asociados a personas rebeldes, criminales o miembros de bandas que buscaban dejar claro su nivel de peligrosidad mediante las marcas de tinta en su piel...vale, quizá me he pasado, pero todos captamos la idea. Los tatuajes no eran bien vistos por nuestros padres, mucho menos por nuestros posibles/futuros jefes.
Bueno, pues según los estudios, esto pasa cada vez menos y se asocia solo a directivos con poca experiencia laboral. De hecho, las encuestas realizadas afirman que "no hay evidencia empírica de discriminación laboral, de salario o sueldo hacia personas con tatuajes" más allá de casos muy aislados. Si hasta tenemos personas tatuadas en puestos que requieren muchísima confianza, como médicos y enfermeras. Porque nuestros diseños en la piel no nos definen, ni muchísimo menos nos convierten en individuos menos fiables.
¡Libres tatuajes y tatuados!
Parece que 2018 ha visto el fin de los estereotipos infundados en cuestión de tatuajes y eso es algo que celebrar. Habrá a quien le encanten los tattoos y quiera cubrir su cuerpo de ellos, o a quien solo quiera tener un par para expresarse a su propio gusto. Habrá personas que los admiren de lejos, sin atreverse con la aguja. Habrá a quienes les den exactamente igual e incluso quienes los odien o los juzguen negativamente. Para gustos y valores están los colores.
Los tatuajes se han normalizado hasta tal punto que muchos los admiran como auténticas obras de arte. La cosa va más allá. Algunos diseños incluso pueden salvar vidas, evitar que nos quememos en la playa o incluso ayudar a mujeres a superar el trauma tras un cáncer de mama. Y esto es algo maravilloso que no tiene nada que ver con la falsa concepción de los tatuajes que mencionábamos anteriormente.
No tiene que gustarle a todo el mundo. Pero lo que, en mi humilde opinión, todo el mundo debería entender, es que el hecho de que yo tenga un cohete de colores en el tobillo no determina mi inteligencia, mi capacidad para hacer bien mi trabajo, mi ética o mi experiencia. Y parece ser que eso es algo que, con pequeñas (y retrógradas) excepciones, hemos conseguido.
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