Al principio de la temporada, hay situaciones en que el sol no parece tan dañino, porque no calienta demasiado o se esconde tras las nubes. Como hace más calor, comenzamos a salir más de casa y a hacer más vida en el exterior. A veces deseamos adquirir un bonito tono dorado y se nos olvida o descuidamos el aplicar el protector solar. Es posible que recordemos seguir con la rutina de aplicarlo en el rostro, pero olvidamos los brazos o las piernas, por ejemplo.
Los daños causados por el sol son acumulativos, de modo que debemos ser constantes si deseamos protegernos de sus efectos nocivos. Además basta un descuido de un par de horas para adquirir una dolorosa quemadura solar. Por eso, ten doblemente presente la necesidad de aplicar protector solar y usar sombreros y gafas en estas situaciones:
Al disfrutar de terrazas: es estupendo cuando el tiempo es bueno y podemos comer o cenar en las terrazas de bares y restaurantes, ¿verdad? El único problema es que sin darnos cuenta, podemos estar expuestos al sol en los peores momentos del día, alrededor de la hora de la comida (almuerzo), durante al menos una hora.
Al conducir el coche: estoy segura que todas conocéis a alguien con “brazo de camionero”, es decir a alguien que tiene los brazos desigualmente bronceados debido a que conduce mucho en coche. Los vidrios ordinarios bloquean parcialmente la radiación solar (esto depende de la longitud de onda de la radiación), de manera que aún siendo difícil broncearse a través de ellos, es posible si se está expuesto durante largos períodos de tiempo.
En días nublados: las nubes no filtran los rayos UV, solo los infrarrojos y la luz visible, por lo que aún cuando no sintamos calor o esté más oscuro, recibimos radiación solar en cantidades suficientes para quemarnos.
La moraleja de la historia, lleva siempre un protector solar contigo. Hay envases de todos los tamaños y en distintos SPF, que podrás llevar en el bolso, listos para usarlos si por casualidad llegas a olvidarte de hacerlo en casa.
Foto | Wendy Vanesveld
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