Todas sabemos que dentro de una vida saludable no solo es necesario cuidar nuestra alimentación, sino que debemos hacer ejercicio regularmente. El problema es que dentro del trajín de la vida diaria, con tantas cosas por hacer, resulta cada vez más difícil mantener el peso, tener cuidado con lo que comemos y hacerse tiempo para ejercitar, ¿verdad? A menudo pensamos “lo haré después”, después que nunca llega.
El aquagym, hidrogimnasia o gimnasia acuática, es una alternativa más dentro de los muchos deportes que se pueden practicar, y tiene la ventaja de ser un ejercicio de bajo impacto, que se puede realizar sin tener una buena condición previa. Las únicas contraindicaciones son tener enfermedades cardíacas o respiratorias.
A principios de este mes me inscribí en un cursillo de hidrogimnasia, 45 minutos dos veces por semana. Y estoy encantada. No por haber mejorado en algo mi condición física, (no me pesé ni me medí de ningún lado al comenzar, así que no sé), sino por otros efectos. Ya sabéis que tengo una cicatriz en la pierna derecha, que me causa algunas molestias de vez en cuando. Desde que estoy haciendo ejercicios, las molestias han desaparecido por completo.
La clase consiste en un precalentamiento, luego los ejercicios y estiramientos para terminar. La intensidad depende de quien hace el ejercicio, así que es posible hacer una sesión muy intensa o más relajada. También depende de los implementos usados, no es lo mismo un ejercicio que se hace solo con las manos que uno que usa uno de esos churros flotadores que veis en la foto principal. Esto permite que una misma clase sirva para gente de distintas edades y condición física: yo tengo compañeras que me doblan en edad o más. Los ejercicios no son todos iguales en todas las clases, de modo que se ejercita todo el cuerpo sin llegar a aburrirse.
Confieso que soy de quienes suelen detestar el deporte, en el interior de mí habita un gato que no quiere moverse más de lo necesario. Sin embargo, ha sido una agradable sorpresa del aquagym el que casi no he tenido agujetas (dolores musculares), mucho menos comparadas con los que deja el aerobic en tierra firme, correr o hacer máquinas, todas cosas que he intentado con bastante poco éxito.
Además, luego del ejercicio me siento muy relajada, no experimento el cansancio que deja sin respiración de otros deportes. Finalmente, me he dado cuenta que me es mucho más fácil exigirme cuando hay una monitora; cuando intenté hacer natación por mi cuenta, bastaba con que me quedara sin aire para descansar y al final no hacer casi nada.
En fin, estoy muy contenta por haber encontrado un deporte que me gusta y no me resisto de practicar. ¿Cuál es el vuestro?
Foto | Tierra Plana, Cosciansky
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