En verano hablamos a menudo de las durezas y los callos de nuestros pies. También los de la vecina cuando los deja a la vista calzando sandalias aunque esos no nos duelen: mejor no ocupamos de los nuestros. Más allá de la estética de nuestros pies, las durícias y los callos duelen.
¿Porqué nos salen, malditos sean? Los rebajamos, los cortamos, los limamos … y vuelven a salir tarde o temprano. Es un fastidio porque con el calzado de invierno son más difíciles de soportar. Sabemos cómo desacernos de ellos pero no siempre es fácil detectar la razón de que vuelvan a adornar nuestros pies.
Una de ellas la descubrimos cada vez que nos calzamos de nuevo el zapato o bota que nos lo provoca. Sea una dureza o un callo, lo notamos y nos duele solamente andando con ese calzado. Yo misma tengo unas botas altas las cuales me han provocado una gran dureza en la planta del pie, allí donde va a parar el peso del cuerpo cuando te pones de puntillas.
Al darme cuenta, puse una plantilla a la bota y limé la durícia. Como volvió a salir, ahora llevo calcetines de algodón algo grueso en vez de calcetines de media cuando las uso: por fín conseguí librarme de la dureza amortiguando el roce de este modo.
La segunda razón puede ser simplemente por nuestra forma de andar, independientemente del calzado. Nosotros no nos damos cuenta pero con el paso del tiempo cogemos malas posturas corporales y/o malas costumbres apoyando el pie al andar. Un ejemplo real: me hice un esguince de tobillo en el pie izquierdo hace unos años. Al recuperarme, inconscientemente apoyaba mal el pie por la falta de fuerza y por el miedo a pisar como antes (eso dice mi fisioterapeuta).
Al cabo de un tiempo, me salieron dos durícias en las zonas laterales del pie, allí donde crecería un juanete imaginario. Cada pie tuvo una zona dura como una piedra porque compensaba mal el peso del cuerpo andando desequilibradamente.
Así que cuando veas aparecer una dureza en tu pie, en la planta o en los laterales o incluso en algún dedo, piensa un minuto qué ha cambiado en tu zapatero o en tu vida cotidiana para merecer tal honor. Cuando creas que has hallado la razón, lima bien la dureza y vuelve a la carga. Hasta que desaparezca, controla los zapatos. Si aun así persisten y duelen, te recomiendo que visites al podólogo. ¡Odio el dolor de pies a causa de las durezas y callos!
Foto | baciloplus, kiki follettosa
En Arrebatadora | ¡Callos fuera!, Anticípate, talones cómo nuevos