Si sois usuarias habituales de extensiones naturales seguramente ya os habréis informado en vuestra peluquería o con vuestro proveedor de dónde proceden. Eso mismo hacía Riqua Hailes, propietaria de un local de extensiones en Los Ángeles y del Weave Express en Washington, hasta que notó algunos problemas en los productos que recibía y decidió investigar un poco más, directamente en los países de origen, contando la experiencia.
Cabello que llega de todas partes
La primera parada la hizo en China, uno de los mayores exportadores de cabello humano y como en tantas otras cosas, el que suele ofrecer los precios más baratos.
En ocasiones se vende como pelo Remy (cabello donado) pero la realidad que descubrió Hailes es que en su gran mayoría China importa de la India pelo caído que se recoge de los cepillos y el suelo de los salones de belleza y que tiene una calidad inferior.
Después lo limpian y lo tratan con siliconas para darle mejor aspecto, por lo que este tipo de extensiones pueden ser reconocibles por el olor ácido que desprenden y también porque después de los primeros lavados se enredan más y tienen peor aspecto.
En Camboya el cabello sí se vende personalmente, la pobreza obliga a mujeres entre 18 y 60 años a entregar su pelo cada seis meses para tener algo con lo que comer. El resultado de las extensiones es mejor, pero ¿a qué precio?
En Malasia Riqua no encontró productores, ni fábricas, ni mujeres que pudieran hablar con ella del tema sin permiso de sus maridos. Varios estilistas de la zona le confirmaron que en realidad el “Made in Malasia” procede de China, una cuestión de marketing.
En la India comprobó que el pelo no solo es de una calidad excelente sino que sus habitantes se desprenden de él felices porque forma parte de un ritual de purificación en el que lo sacrifican a Dios para que escuche sus oraciones. En los templos subastan este cabello que la gente entrega voluntariamente y se utiliza para financiar mejoras en la educación, la salud y proyectos comunitarios.
El pelo que viene de Europa
En el próximo viaje esta estilista, que está produciendo un documental sobre sus aventuras, visitará Rusia, uno de los países que tiene mejor fama en cuanto a la excelencia del cabello que exporta. Trenzas rubias, doradas y color miel, son vendidas por chicas con pocos recursos que consiguen así un ingreso extra.
Pero España tampoco se queda atrás en este negocio, almacenes como el de Justino Delgado que exporta al mundo entero lo confirman. En él las españolas podemos vender también nuestro cabello siempre que sea virgen, tenga un mínimo de 40 centímetros y no esté capeado ¡Casi nada! Se entrega ya cortado personalmente o por correo certificado, ellos lo valoran y hacen el abono (100 gr pueden variar entre 15 y 70 euros).
La crisis hace que el número de vendedoras aumente y yo no puedo evitar acordarme de Jo March de la novela Mujercitas y lo mucho que me impresionó cuando era niña el pasaje en el que vendía su preciosa melena para ayudar a su familia.
Algo que hace ya un par de años Kuznetsov, propietario ruso de Belli Capelli, definió así en una entrevista:
Esto es el capitalismo. La gente con dinero quiere distinguirse de la gente sin dinero. ¿Por qué una mujer vende su pelo a otra? La persona con dinero quiere lucir mejor que la que no lo tiene
Y es muy posible que entre esas líneas, se encuentre el verdadero origen de las extensiones.
Fotos | Wikimedia | Dennis Jarvis | Wikipedia
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