Hace unos días una amiga me comentaba que había puesto el "piloto off" para no caer bajo ninguna de las tentaciones que nos ofrece el influjo de la Navidad. En ese momento recordé que hace dos años yo lo logré. Pasé de puntillas entre las bandejas de turrones, chocolates, roscones y todo lo que se me ponía por delante. No sé como lo hice, pero las Fiestas terminaron, no había echado de menos ningún capricho y mi cinturón abrochaba en la misma trabilla que un mes antes.
El año pasado quise repetir la hazaña, pero no fue posible. Hice todo lo contrario. Arrasé con todo lo que se me ponía por delante. La intención era la misma, pero la actitud, fortaleza o predisposición no, y pese al resultado con el botón de mi pantalón, fui muy feliz y lo pasé realmente bien. Así deduzco, como en todos los aspectos de mi vida, que cuando no se está "preparado", es inútil tener buenas intenciones, porque para lograr un fin hace falta algo más: una voluntad férrea o al menos determinante. Una actitud o don que, bajo mi punto de vista, varia en función de las circunstancias externas e internas que atravesamos en cada momento concreto.
El optimismo, la energía y la fuerza dependen de factores internos y externos, en cuanto a los primeros, fundamental la calma interior. Según mi experiencia, la manera de percibir y recibir los externos resulta decisiva a la hora de mantener nuestro poder, resistencia y voluntad fuertes. Si os cuento todo esto es porque creo firmemente que el cuerpo cuando está en equilibrio, interior y exterior, está preparado o destinado a recibir lo que se merece, en el sentido más benévolo de la palabra. Y en ese momento, cuando algo que depende de nuestra voluntad sucede de una determinada manera, ¿por qué castigarnos?
Es Navidad y necesitamos un respiro, divertirnos y disfrutar. Si estamos preparadas para limitarnos y es que lo queremos, ¡adelante!, y si lo que realmente nos apetece es atravesar un periodo de anarquía, comer, endulzarnos y brindar un poquito, ¿por qué no hacerlo?
Recordad mi lema en belleza: hay que escuchar nuestro cuerpo, es sabio, el que mejor sabe y nos pide lo que quiere y se merece, el conocedor de nuestras verdaderas necesidades…
La clave: si este momento de tu vida te permite disfrutar, recibe las Fiestas de la manera que quieras, vive el momento, valora lo que posees, sonríe y ríe, en el peor de los casos..., ¡ya lo arreglaremos! Una sonrisa es el mejor tratamiento de belleza, y salir ilesa de la Navidad es salir feliz.
Imágenes | 1#Pixabay, 2#Pixabay
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