En agosto la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos de EE.U.U) aprobó la flibanserina, un fármaco supuestamente indicado para aumentar la líbido femenina. Su nombre comercial es Addyi, pero en un alarde de originalidad y buen gusto, sus creadores la dieron a conocer como la Viagra femenina, captando así la atención de la gente. Todo parecía augurar un gran éxito, pero 15 días después de su salida a la venta solo se había prescrito 227 veces. Resumiendo, de momento, es un fiasco.
¿Qué ha pasado? Analizando las posibles causas de este fracaso no cabe duda de que, de entrada, los pronósticos fueron demasiado optimistas. Aquí van algunos de los motivos que podrían explicar porque Addyi no se está vendiendo como se esperaba. Ninguno es nuevo.
Su público es limitado
Solo está contemplado para el Trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH) en mujeres premenopáusicas. Esta disminución o ausencia de fantasías y/o deseo sexual que provoca malestar y problemas en las relaciones puede deberse a muchos factores, físicos o psicológicos, pero el tratamiento únicamente está indicado para aquellas mujeres que se encuentran en el periodo anterior a la menopausia, que dura entre uno y siete años aproximadamente.
No es precisamente barata
Al contrario que la Viagra masculina, que solo es necesario tomarla cuando la ocasión lo requiere, el tratamiento femenino debe ser continuado y necesita bastante tiempo. ¿Su precio? 780 dólares al mes.
Si tuviera que elegir entre recuperar la líbido o pagar el alquiler, el agua y la luz creo que no me lo pensaría demasiado. Volvemos al primer punto, es para un población acotada, por edad y rango social.
El tratamiento es lento y poco esperanzador
Teóricamente los resultados empiezan a notarse a partir de las 8 semanas, si es que se notan, ya que en los estudios previos solo un 10% de las participantes percibieron un aumento de deseo, que se vio reflejado en una media de 0,5 encuentros sexuales más al mes. Parece una broma, pero no.
Tiene efectos secundarios
La Flibanserina, desarrollada inicialmente como antidepresivo, es un tratamiento no-hormonal que actúa sobre los receptores que se encargan de regular el balance de neurotransmisores como la dopamina o la serotonina.
Esto produce efectos secundarios en una de cada cinco pacientes: somnolencia, mareos, desmayos e hipotensión son los más frecuentes, que se agravan con el uso de anticonceptivos hormonales o el consumo de alcohol.
Las comparaciones son odiosas
Como bien nos explicaban en Magnet, la Viagra femenina no tiene nada que ver con la masculina, pero los intereses comerciales y económicos de sus creadores, unidos a la simplificación general de los medios, hicieron que acabara bautizada de esta manera, algo que pudo favorecer su aprobación, pero que hoy la deja en muy mal lugar, sobre todo si tenemos en cuenta que de la Viagra masculina se recetaron medio millón de envases en el primer mes que se puso a la venta.
Por no hablar de que conseguir una respuesta fisiológica, como es la erección del pene, nunca podrá ser comparable con la complejidad de una actuación en el cerebro para aumentar el deseo sexual. Lo primero es fácil comprobar si funciona, lo segundo todavía despierta muchas muchísimas dudas.
La parte positiva, por buscarle alguna, es que la industria farmacéutica, focalizada por lo general en las disfunciones sexuales masculinas, empieza a tener más en cuenta la sexualidad femenina. Aunque si esto se va a usar de excusa para sacar una pastilla rosa y venderla a precio de oro, casi es mejor que se queden como estaban. Los tiempos del “todo vale”, afortunadamente, ¡ya pasaron!
Fotos | The Road is Home | Addyi
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