Hace muchos años, las mujeres pedíamos que se hicieran labiales que durasen de verdad, que no se fuesen al beber agua, al comer y ni con el paso de las horas. Llegó el Lipfinity revolucionandolo todo. No era un pintalabios en barra, era líquido y venía con una barrita hidratante a parte.
En sus comienzos, los colores eran muy variados aunque predominaban los tonos oscuros (morados, marrones y rojos), conforme van pasando los años la gama de colores se actualiza e incluso han sacado modelos con brillo. En el packaging viene el pintalabios de color y la barra hidratante.
Para aplicar el Lipfinity se pintan los labios en primer lugar con el pintalabios de color y una vez se ha secado, se aplica el brillo hidratante, para hidratar (valga la redundancia) y para dar brillo a un pintalabios mate.
La sensación que tuve en los labios una vez puesto el Lipfinity era de tenerlos secos, muy secos y aún utilizando la barra hidratante, la sed de mis labios no se calmaba. Como esta sensación no desaparece por completo con la barra hidratante, cada dos por tres, tenía que ponerme de nuevo hidratante porque notaba los labios aún más secos. ¿Consecuencia de esto? la rapidez con que se agota la barra hidratante, teniendo que comprar una nueva (menos mal que las venden sueltas) si no quieres que los labios se cuarteen y para poder sentirte cómoda con el pintalabios.
Una alternativa más económica a la compra de la barrita hidratante, es utilizar el bálsamo de labios habitual. Al fina y al cabo, éste va a hacer lo mismo, hidratar.
Y lo último que no me gustó del Lipfinity fué lo que cuesta desmaquillar, incluso con un desmaquillante de ojos y labios bifásico, recomendado para los maquillajes de larga duración.
Con esta experiencia, no me volveré a comprar ningún Lipfinity más porque hoy en día hay barras de labios que son mucho más hidratantes y de larga duración como por ejemplo el Infallible de L´oreal o el Wanted Elixir de Helena Rubinstein.
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