Movimiento curvy, ¿movimiento saludable?

El movimiento curvy se ha hecho el dueño de las redes en los últimos años, y poco a poco va teniendo más presencia en las pasarelas y en revistas de moda. Algunos creen que se trata de un movimiento importante en lo que se refiere a la liberación de la esclavitud de las tallas para la mujer; otros lo ven como un certero giro de marketing de las empresas de moda para cubrir un nicho de mercado.

Al hilo de un post (con el que estoy muy de acuerdo) de Lucía Martínez, dietista-nutricionista y autora del blog Dime qué comes, debatíamos en redes sobre el tema de la obesidad o el sobrepeso relacionados con la salud: ¿se puede tener una talla XXL y estar sano? Sí, los análisis puede que te salgan perfectos, que no tengas el azúcar alto ni el colesterol por las nubes, pero ¿qué consecuencias tiene el sobrepeso según van pasando los años? ¿Y cómo podemos cambiarlo?

La obesidad y la salud: incompatibles

¿Es posible tener sobrepeso u obesidad y estar sano?. La respuesta es algo ambigua en este sentido: son muchas las chicas con kilos de más que afirman que sus análisis son excelentes y que no tienen ningún problema de salud. Pero la obesidad y el sobrepeso son factores que a largo plazo juegan en nuestra contra. Y dejadme que repita esto: a largo plazo.

Sufrir obesidad o sobrepeso nos predispone a sufrir en un futuro no muy lejano patologías cardiovasculares, diabetes tipo II, osteoporosis y, por supuesto, cáncer (el cáncer de mama en concreto es más probable en mujeres obesas después de la manopausia). Que no las estés sufriendo ahora no quiere decir que no tengas más boletos que otras personas para sufrirlas en un futuro. Es como si yo fumo pero no tengo ahora cáncer de pulmón: sé de sobra que, a la larga, yo tengo más posibilidades que una persona no fumadora de padecerlo.

Tener obesidad o sobrepeso, además, te limita en otros aspectos: te limita a la hora de practicar ejercicio cardiovascular (correr cuando se tiene un gran sobrepeso no es la mejor de las ideas para tus articulaciones), te limita a la hora de practicar Yoga (el sobrepeso limita la flexibilidad). No solo limita tus años de vida (puesto que eres más vulnerable ante ciertas enfermedades) sino que además disminuye tu calidad de vida.

¿Aceptarnos es conformarnos?

Aceptar tu cuerpo con tus cualidades y tus defectos es primordial: tener una buena autoestima te predispone para cuidarte y para mejorar en todo lo que se pueda. El problema viene cuando la auto-aceptación pasa por no querer mejorar nuestra salud o por dejarnos de tal manera que acabe por quitárnosla. No se trata de cambiar para gustarles más a unos o a otros: se trata de mejorar la versión de nosotras mismas y para nosotras mismas, sin más.

Desde luego, hay muchos grados dentro de tener sobrepeso u obesidad: no es lo mismo que te sobren 5 o 10 kilos a que te sobren 25. No es lo mismo que tengas una enfermedad o que estés tomando unos medicamentos que te hagan engordar, que coger 20 kilos porque vas de la cama al sillón y del sillón a la cama. No es lo mismo engordar por problemas de tiroides que por comer cupcakes día sí y día también.

Querer mejorar nuestro cuerpo, ya sea por estética o por salud, no significa no aceptarse a sí mismo ni tener la autoestima por los suelos: significa ser conscientes de que hay cosas que podemos mejorar y que van a ser beneficiosas para nosotros, para nuestra salud a largo plazo y para nuestra estética, si eso es lo que te mueve a un plazo medio.

¿Por qué cuidarnos?

La pregunta del millón: ¿por qué (por norma general) acudimos a un gimnasio o a un nutricionista? La respuesta que gana por goleada suele ser la de "por verme mejor" o "para sentirme mejor". Rara vez recurrimos a una dieta o a un plan de ejercicio por motivos de salud o, si lo hacemos, es cuando nuestro cuerpo ya nos ha dado un aviso en forma de enfermedad o lesión.

Esto es mucho más habitual en personas jóvenes en las que no se ha desarrollado ningún tipo de patología, donde lo que prima es el qué dirán o el cómo me verán. El problema de esto es que cuando alcanzamos el peso o la forma deseada, se acabó la motivación y la inspiración: es necesario buscar una fuente de motivación más potente que no se centre tanto en el físico como en los beneficios a largo plazo que podemos obtener de una buena alimentación y de una vida más activa.

No es necesario hacer sacrificios enormes: ni dejar de comer ni pasar largas horas en el gimnasio. Lo que tenemos que hacer es reprogramar nuestra mente: darnos cuenta de los beneficios que nos brinda la actividad física y la alimentación correcta. El cambio del cuerpo y los beneficios estéticos deben venir como una consecuencia de un estilo de vida saludable, no ser un fin en sí mismo.

Disfruta del proceso, pero inícialo ya

Ojalá pudiéramos levantarnos una mañana y haber perdido todos esos kilos que en ocasiones nos sobran, ¿sería genial, verdad? Pero sabemos que no es así: necesitamos pasar por un proceso que en ocasiones implica cambiar de hábitos o crear otros nuevos y que son difíciles de llevar a cabo, pero el final del camino merece la pena.

La solución no es tan simple como "come menos y muévete más": puede que esto sea así para bajar de peso, pero no para mejorar en salud. Y es que no son solo los kilos los que cuentan: la calidad de los kilos es una de las cosas más importantes a tener en cuenta cuando comenzamos a conocer nuestro cuerpo.

¿No es más lógico "come mejor y cambia tus hábitos"? Comer mejor no tiene por qué ser igual a comer menos, sino aprender cuáles son los alimentos que debemos consumir para mejorar nuestro peso y nuestra salud. Resumiendo mucho: compra alimentos, no productos. Los alimentos que compras frescos en el mercado no contienen azúcares añadidos ni les añaden grasas saturadas para conservar el sabor en el caso de que sean light. Compra alimentos y cocina en casa, y que tu alimentación esté basada en frutas y verduras.

El "muévete más" hay algunos que lo entienden como "en vez de estar una hora en el gimnasio, ve dos". Error: más no es mejor. Puedes entrenar tu hora o tus 45 minutos en el gimnasio, pero lo que va a marcar la diferencia es lo que haces las 23 horas del día restantes. Muévete a menudo: levántate de la silla en la oficina para ir a llenar tu botella de agua, o para pedir nosequé a ese compañero en vez de mandarle un e-mail, da un paseo más largo con tu perro, ofrécete a acompañar a tu madre a la compra... Hay mil cosas que puedes hacer para mantenerte activa durante todo el día y que no implican sudar y sudar en el gimnasio.

Y mientras estás en ese proceso de transformación de tus hábitos, disfruta del viaje y sé feliz: disfruta de las nuevas experiencias y no te amargues porque no veas resultados a las dos semanas, porque esos resultados se ven a la larga y no de la noche a la mañana.

Imágenes | iStock

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