Es más barato que el Botox, pero tiene una pega: las agujetas
Llevo ya algún tiempo algo descontenta con mi papada y con cierta flacidez que estoy notando en torno a los labios. Instagram lo sabe y no para de enseñarme anuncios de antes y después de yoga facial. Como esta publicidad suele ser bastante engañosa, decidí probar yo misma para comprobar su eficacia. Empecé bastante escéptica, pero me comprometí a dedicarle un hueco todos los días y descubrir si realmente podía notar alguna diferencia.
Comencé por los básicos, manos limpias, cara lavada y un aceite facial para evitar rojeces y suavizar los masajes faciales. Después busque un vídeo de yoga facial para principiantes en Youtube para aprender a relajar los músculos faciales, porque a mí me cuesta muchísimo y es la base de este entrenamiento. Vamos, que sin esto no podía ni empezar.
Día 1: Incomodidad, dolor de mandíbula y tensión muscular
Mi primera incursión en el yoga facial fue una introducción a movimientos faciales para trabajar las mejillas y el área de los labios. Comencé con la "Postura de la Sonrisa Relajada", que consiste en estirar los labios hacia los lados y mantener una sonrisa suave mientras relajas el resto del rostro.
Al principio, los movimientos me parecieron un poco extraños y forzados. Me sentía súper torpe intentando seguir las instrucciones. De hecho, estuve a punto de abandonar porque me dolía bastante la mandíbula de la tensión. Pero a los 10 minutos comencé a sentir una sensación de relajación en mi rostro. Fue como si estuviera liberando tensiones que ni siquiera sabía que tenía.
Días 2 y 3: la relajación muscular se refleja en la piel
Los siguientes días implementé posturas más avanzadas, como la "Elevación de Cejas". Esta supone levantar las cejas lo más alto posible y mantenerlas en esa posición durante unos segundos mientras forzamos los músculos de los ojos para trabajar las patas de gallo y los párpados caídos. Mientras tanto, hay que sostener con las manos la frente para evitar que se marquen esas arrugas.
También sumé a mi rutina de yoga facial la “Técnica de los pómulos elevados”. Consiste en inflar las mejillas y aguantar la posición para tonificar los músculos de la zona de la boca, las conocidas líneas de marioneta. Con ello fui aprendiendo nuevos asanas faciales uno a uno.
A medida que avanzaba me acostumbré a las rutinas y comencé a notar pequeños cambios en mi piel con dos semanas de práctica. Cuando haces yoga facial se relajan mucho todos los músculos de la cara. Al no estar tensionándolos, las arrugas dinámicas menos profundas se suavizan y el efecto buena cara sí se nota. Eso sí, las agujetas en la mandíbula son muy dolorosas.
Día 4 y 5: el bienestar mental se refleja en la cara
Continúe sumando asanas faciales a mi rutina, como el “Masaje de Entrecejo” y “Estiramientos de mentón y mandíbula” para trabajar la papada, mis dos mayores preocupaciones en cuestión de envejecimiento facial. El primero consiste en sujetar la frente a los lados para tratar de forzar el entrecejo y suavizar así la línea entre las cejas. El segundo es sencillo pero doloroso: abre y cierra la boca con resistencia en la mandíbula inferior.
No he añadido más por dos razones: quiero mantenerla sencilla porque si complico la rutina sé que me va a dar pereza. La segunda razón es que mis músculos todavía se sienten pesados y cansados después de la práctica, lo que significa que aún sigue suponiendo un reto para ellos y no se han acostumbrado. Sin embargo, en cuanto no noté tensión elevaré el nivel para seguir mejorando.
La repetición de los movimientos también me ayudó a conectar con mi respiración, creando un ambiente de calma que se extendió más allá de la práctica en sí. Creo que cuando empiezas de cero tardas más en llegar a este beneficio de relax, pero me ha ayudado mucho a crear esta conexión el haber empezado a meditar casi a diario.
Crear un momento de cuidado personal para mí siempre me sienta bien, no importa si es hacer deporte, skincare, meditar o dormir sin alarma. Lo noto mucho en mi estado de ánimo y en el caso del yoga facial no ha sido diferente. Por eso, más allá de los cambios físicos, noté como mi expresión facial se ve más calmada y relajada por la mejora del bienestar mental.
Día 6: el estrés facial ha desaparecido considerablemente
A medida que me acercaba al final de mi segunda semana de yoga facial, comparé fotos del antes y el después. Noto mi piel más radiante y la tensión acumulada en mi rostro ha disminuido significativamente. Además, me siento más consciente de los músculos faciales y de cómo los utilizo en mi vida diaria. Esto parece una tontería, pero me he dado cuenta de que muchas veces los tengo tensionados sin darme cuenta, marcando más esas arrugas de expresión.
Día 7: cambios sutiles pero reales
Al concluir mis dos semanas de yoga facial, los resultados me han sorprendido gratamente. Los cambios son sutiles y no tienen nada que ver con esos anuncios de Instagram donde chicas de 20 años dicen que tienen 50 y que hacen yoga facial, pero son innegables. Mi rostro se ve más relajado, y la sensación de bienestar que experimento durante cada sesión se mantiene incluso después de terminar.
En resumen, mi experiencia con el yoga facial ha sido una revelación. He descubierto una práctica que no solo mejora la apariencia de mi piel, sino que también me aporta beneficios a nivel emocional y mental.
Voy a comprarme una gua sha para hacer los ejercicios más cómodamente. Y voy a seguir haciéndolo para ver si, más allá de la luminosidad y las arrugas superficiales, de verdad combate la pérdida de elasticidad que hace que se me marque más la papada.
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