Pasarnos la vida estresadas y agotadas, entre otras consecuencias negativas, también le pasa factura a nuestra piel. Bolsas, ojeras, acné, sequedad, arrugas prematuras, irritaciones… son algunas de las señales visibles de que estamos forzando demasiado la máquina.
Por si esto fuera poco el estrés nos hace aumentar conductas nocivas como el consumo de alcohol, el tabaquismo o seguir una dieta desequilibrada, perjudicando nuestra salud y nuestro aspecto y a la vez ¡produciéndonos más estrés!
Combatirlo no es una tarea fácil que se consiga de un día para otro, pero siendo constantes y cambiando algunas de nuestras actitudes a la larga lograremos sentirnos mucho mejor. Estas son algunas pautas clave a tener en cuenta:
Primer paso, reconocerlo
El estrés se produce cuando existe un desequilibrio entre las demandas que nos exigen (o nos exigimos) y nuestra capacidad real de trabajo o recursos personales para realizarlas.
En situaciones puntuales este estado nos permite activarnos y reaccionar ante las adversidades, pero en exceso nos acaba perjudicando y la primer forma de reducirlo es tomar conciencia de lo que nos ocurre e intentar ponerle remedio.
El cuerpo nos lanza mensajes a los que debemos prestar atención, así como a nuestras emociones. Dolores de cabeza, cansancio, angustia, gastroenteritis, insomnio, resfriados, estado de ánimo irritable, ganas de gritar etc. son problemas que si se repiten de forma constante nos están avisando de que algo va mal.
El trabajo, la familia, la pareja, la salud y situaciones en general que nos provoquen inseguridad suelen estar detrás de la ansiedad y la angustia. No siempre podemos evitar los acontecimientos que nos las producen, pero si nuestra reacción. Una vez reconocemos que necesitamos un cambio, ya hemos dado el paso más importante.
¿Qué podemos hacer?
Esta es una buena pregunta, junto algunas más con las que podemos empezar a analizar nuestra situación ¿Qué me preocupa? ¿Qué puedo hacer? y a partir de aquí establecer metas a largo plazo con el objetivo de mejorar nuestra calidad de vida, añadiendo o eliminando lo que sea necesario.
Con calma, sin convertir estas modificaciones en otro motivo más de estrés, poco a poco podremos ir progresando, poniendo en práctica también algunos de estos puntos.
A veces nos llenamos la cabeza de mensajes terribles, como “no sirves para nada” “has hecho el ridículo” y un largo etc. de enunciados dañinos que tenemos que empezar a apartar de nuestra mente desde ¡Ya!
Cuando los identifiquemos podemos sustituirlos por otros tipo: “Antes pensaba así y eso me perjudica, pero ahora sé que lo que me decía no es real, me cuido y me acepto” o cualquier otra oración que nos ayude a identificar lo que estábamos haciendo y eliminar esa actitud tan negativa.
Esto consiste en dejar de idealizar a los demás o buscar su aprobación y obligarnos a decir no cuando no podemos, o no queremos, hacer algo. Expresarnos, pedir apoyo cuando lo necesitemos y no sentirnos culpables por tener en cuenta nuestro bienestar. Al fin y al cabo somos las principales responsables de conseguirlo.
Hacer ejercicio no solo nos sirve para estar en forma y vernos mejor, también tiene efectos emocionales beneficiosos y es imprescindible para acabar con el estrés. Spinning, natación, pilates o incluso salir a caminar, cualquier deporte nos sirve, lo importante es que nos movamos con regularidad. Mens sana in corpore sano y esto también incluye seguir una alimentación saludable.
Algunos problemas e incomodidades cotidianas no son tan importantes como aparentan. ¿Vale la pena irritarnos constantemente por ellos? Evitar la ira y prestar atención a nuestros enfados para no alimentarlos es primordial para disminuir el estrés. Quejarnos menos y actuar más, eludir las discusiones innecesarias, no caer en las anticipaciones negativas (sufrir antes de que algo ocurra) y prestar ayuda a los demás también son buenas formas de tener una visión más realista y práctica de las cosas que nos suceden.
Respirar hondo cuando lo necesitemos, salir a tomar el aire, darnos un premio al final de la jornada, como un paseo o un rato de lectura... en definitiva buscar un momento para realizar alguna actividad placentera con la que contrarrestar el estrés diario.
Esta es quizá una de las partes más difíciles porque solemos encontrar tiempo para todo, menos para nosotras mismas. Hay que tener claro que no se trata de una pérdida de tiempo (aunque perder el tiempo de vez en cuando no está nada mal) si no de nutrirnos con lo que necesitamos para estar bien, como si fuéramos un árbol que precisa que lo rieguen para crecer y dar fruto.
En definitiva mimarnos ¡Mucho! aceptando lo que nos ocurre y mejorando todo lo que sea posible ¿No parece un mal propósito para el 2015 verdad?
Fotos | Helga Weber
En Trendencias Belleza | El estrés puede hacernos quemar menos grasas