Hace unos años oí por primera vez hablar de radiofrecuencia. Parecía haber llegado el secreto de la eterna juventud. Reportajes, publicidad y opiniones de amigas despertaron mi curiosidad.
Acudí al dermatólogo que me atendía en aquel momento, y recuerdo que, entonces, frente a los buenos resultados, eficacia comprobada y alabanzas sobre la técnica, me quedé con palabras como “agresivo”, “doloroso”, “resultado a largo plazo” y “elevado coste”. Se trataba de tan sólo una o dos sesiones y hasta los seis meses no vería los resultados. Cuando salí de la consulta, algo contrariada, me pregunté: ¿Y si después del dolor y la inversión pasan los meses y no veo nada?
Recuerdo mi desaliento y desilusión, ante todas las espectativas que habia guardado hasta ese momento. Sé que hay personas que no se hacen preguntas y se someten a los tratamientos más innovadores sin temor alguno, pero yo soy algo miedosa, timorata o… prudente. Sí. Se me puede atribuir cualquiera de estos adjetivos.
Olvidé el tema y continué con mi rutina y aceptación del inclemente paso del tiempo sobre mi cara.
Este invierno, acudí a mi actual dermatólogo (Clínica ATP) para consultar sobre mis eternas dudas: manchas, arrugas, flacidez… un cúmulo de despropósitos. Sin embargo, en aquel momento solo vio oportuna la posibilidad del recurrir a la…¡radiofrecuencia! Mi doctor, reúne gran cantidad de virtudes entre las que resalta el don de la prudencia… por eso escuché.
Me explicó que se trata de radiaciones electromagnéticas, que oscilan al mismo tiempo en el campo eléctrico y magnético. La radiofrecuencia genera un campo eléctrico que cambia de positivo a negativo, movimiento rotacional de las moléculas, se genera calor… ¡Mi expresión debió reflejar la complicación que me suponía esta parte técnica! Así que cambió los términos y utilizó el lenguaje que yo necesitaba. Me habló sobre como la radiofrecuencia es ideal para solucionar o evitar la flacidez en el óvalo de la cara, pómulos y cuello. De una nueva manera de aplicarla, de su avance y de la existencia de nuevas máquinas bipolares y cuatripolares para facial (hasta octopolares para corporal) que permiten que los polos emitan la onda y otros la recojan. Así, al modular la frecuencia, no provocan los efectos de calor y dolor de los comienzos de esta técnica, pero sí de eficacia. Eso me gustó, porque si de algo carezco es de paciencia y valor.
Soy de aquellas que quieren saber cómo y sus consecuencias; así que volví, para preguntar “todo”.
¿Qué ocurre para que suceda este “milagro”?
Cuando la piel se vuelve más flácida y pierde luminosidad es porque las células producen menos colágeno, así que la radiofrecuencia estimula la producción de éste mediante calor, sin daño alguno para la epidermis, pero sí provocando la estimulación del fibroblasto, que es la célula precursora del colágeno, es decir, la que sintetiza el colágeno. Resultado: la piel se tersa.
Aun así, me advirtió que no todas las pieles contraen, por lo que me ofreció la posibilidad de darme una mini sesión (quince minutos) de prueba, gratuita, en la que el evaluaría el resultado a fin de continuar o dejarlo. También me dijo que este primer resultado es poco perceptible a ojos del paciente, pero que él lo sabría apreciar de inmediato.
El resultado
¡Espectacular! ¡Increíble! Yo aprecié el cambio desde ese momento: un gran cambio. Mi piel mejoró al instante: la textura, la firmeza, el poro y la luz. Pero con el paso del tiempo la transformación ha superado mis expectativas en cuanto a la firmeza. El mayor reto al que se enfrenta nuestra piel con el paso de los años.
La técnica resultó ser agradable y relajante: la piel se cubre con un gel compuesto basicamente por glicerina, conductor y protector, que evita la sensación excesiva de calor. A continuación se pasa con suavidad el aplicador con los polos, estos emiten un calor que aumenta rapidamente de manera gradual. Una sesión dura treinta minutos. Para terminar con la aplicación de un cóctel de vitaminas, mediante un masaje, puesto que la piel queda muy receptiva a los productos tras la sesión.
La activación del colágeno y la elastina, permite que los días posteriores a la sesión pueda apreciar aún más el resultado.
Ventajas: sesiones más frecuentes, resultados más visibles, satisfacción a corto plazo y precio más asequible y repartido.
El efecto es gradual y acumulativo, es decir, no existe la posibilidad de caer en picado si abandonas por cualquier circunstancia, tu piel continuará su proceso natural a partir de donde lo dejaste, siempre desde un punto mejor que estaba antes de comenzar. Además no tiene efecto secundario alguno.
Pauta
También se puede aplicar puntualmente para ocasiones especiales, es compatible con otros tratamientos y no tiene ningún efecto secundario.
Única precaución – se debe consultar con el especialista-: no tomar el sol durante los tres días siguientes a su aplicación, y no hacerlo sobre hilos de oro o prótesis metálicas.
La edad para comenzar, depende del estado de la piel, y salvo excepciones (cuando ésta presenta un envejecimiento prematuro), sería recomendable hacerlo a partir de los cuarenta años.
El precio oscila en torno a los cien euros la sesión, pero en casi todas las clínicas donde se lleva a cabo suelen existir bonos que disminuyen su coste.
En la actualidad, la radiofrecuencia es una de las mayores armas que existen contra la flacidez de la piel, proporcionando un efecto lifting, sin tener que recurrir a infiltraciones o cirujía. Hay que recordar siempre que tan importante es la técnica cómo quien la realiza, por lo que es aconsejable acudir a centros con garantías médicas.
Yo probé la radiofrecuencia hace poco mas de un año y continúo. Me impacta la diferencia que veo en mis fotos de antes y después. Al menos para mi… ¡Los milagros existen!
Más Información | Clinica ATP
Imagen| Sandra Backlund, Lacrembelleza