Todos conocéis la historia de la Cenicienta, así que no voy a explicaros ningún cuento, pero me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre el zapatito de cristal que la joven pierde al huir del baile y que sirve al príncipe como pista para encontrarla: ¿un zapato que coincide con un solo pie? ¡Venga ya! Suena ridículo, ¿verdad? Es lo que tienen los cuentos. Pero paraos a pensarlo un momento… ¿y si fuera verdad?
Seguro que todos vosotros habéis sufrido alguna vez por el calzado: que si ampollas por aquí, que si me aprieta demasiado, que si me deja el tobillo suelto… No hace falta que os lo cuente, ¿verdad? ¡Un horror! Cuando me sucede esto (muy a menudo, he de decir) recuerdo el cuento de la Cenicienta y pienso que quizás esos zapatos no son para mí; quizás hay alguien, en algún lugar del mundo, llevando mis zapatos y sufriendo porque no son los suyos. ¿Comprendéis?
Ya lo sé, suena ridículo. Y más ahora que, gracias a Patri, he descubierto un montón de trucos para evitar el dolor que provocan los zapatos nuevos o demasiado estrechos. Por ejemplo, ¿sabíais que una buena forma de que el zapato se adapte al pie es ponerlo un rato antes en el congelador? También podéis usar Nivea y, sobre todo, no estrenéis nunca un zapato para acudir a una fiesta o evento (¡muy mal Cenicienta!): es mejor llevarlo unos días antes para darlo de sí y que no nos estropee la gran noche.
Más información | El blog de Patricia En Trendencias | Calzado asesino
Ver 1 comentario
1 comentario
Kiku Montejo
Hay un truco que yo llevo usando desde hace años y os aseguro que realmente funciona. Patricia lo menciona, pero no profundiza en ello.
Cuando me compro un zapato nuevo y (sobre todo si es de charol que es muy duro), le meto papel de periódico mojado dentro. Hago unas bolas y se las meto a presión. Cuando te pones el calzado (aún un poco mojado en su interior) es como si fuera tu zapato de toda la vida. Funciona, seguro.
Es importante que sea con agua y no con alcohol como he oído en alguna ocasión. El alcohol lo estropea.
Yo he hecho verdaderas barbaridades con los zapatos (por dios, no me toméis por loca) y hasta me he llegado a marear y caer redonda por llevar una zapatos inapropiados que me mataban.
Hace ya mucho que no hago ese tipo de estupideces, aunque de vez en cuando, he tenido que sufrir algún dolor de pies ocasional. El dolor de pies es lo más terrible del universo… ¡hasta se te revuelve el estómago! (por lo menos a mí).
Besos!! Kiku Montejo