El mundo enteró quedó flipado tras la actuación de Beyoncé en Coachella, con miles de fans mordiéndose las uñas de emoción ante tal espectáculo y esos estilismos dignos solo de una auténtica diva. Pero Queen B tenía aún mucho más que dar y regresó a Palm Springs para el número de clausura. Y sí, lo hizo convertida en una auténtica Nefertiti moderna. ¿Cómo iba a ser si no?
Para este irrepetible momentazo, Beyoncé volvió a apostar por su firma de cabecera Balmain como ya hizo en su primer concierto de Coachella. Allí se disfrazó de diosa egipcia metalizada. Y después lo cambió por una sudadera amarilla de estilo varsity y por un traje de rejilla. Ambos con un escudo de hermandad universitaria made in Queen B. ¿Creías que eso sería épico? Pues ahora Olivier Rousteing ha fusionado ambos conceptos y la ha convertido en una reina de Egipto, con su tocado y su capa plateada, en la que estampó ese mismo escudo.
También reincidieron en ese look sporty con sudadera de capucha y camiseta de lentejuelas, aunque esta vez en tono rosa chicle muy primaveral con botas de flecos iridiscentes para no dejar el brilli-brilli fuera de la ecuación. De nuevo con el escudo, con una abeja (su animal favorito), una deidad femenina, una pantera y un puño feminista símbolo de la empoderación afroamericana.
Y las sorpresas no se quedaron aquí, porque al fiestón se sumó su marido Jay-Z para dejarnos el dueto definitivo. Y no, tampoco acaba aquí la cosa. Porque cuando parecía que todo terminaba, Beyoncé regresó al escenario enfundada en un body wrap con cristales plateados y acompañada de su hermana Solange Knowles y de sus ex-compañeras de Destiny's Child. Así marca la cantante un antes y un después en Coachella, ¿o deberíamos decir Beychella?
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