Era una mañana soleada. Como cada sábado, Iñaki y sus hijos recorrían las calles de Barcelona en bicicleta. Era el plan familiar de cada fin de saman. Un paseo para desconectar, sentir la brisa y ejercitar la mente y los músculos. "Iban vestidos de ciclista. Con esos típicos clips en los pantalones, con el casco. Daban esa imagen de familia perfecta", recuerda Pilar Eyre en su última crónica 'Real'.
Por aquel entonces, todo era paz y tranquilidad para la familia de la infanta. Vivían en el mejor barrio de Barcelona, Cristina e Iñaki se amaban sin fisuras y sus hijos eran felices en la ciudad donde se criaron. Disfrutaban de una realidad privilegiada, idílica. Pero aquella mañana de sábado, por sorpresa, su realidad se truncó.
Tras pedalear varios kilómetros, Iñaki y dos de sus retoños hicieron su parada habitual en la panadería. Había bastante gente allí. El entonces duque de Palma esperó su turno, solicitó un par de barras, las pagó y pidió el cambio. Antes de que los céntimos llegasen a su mano, se escuchó una voz: "¡Uy, pero si es el marido de la infanta Cristina! ¡Cuidado con los bolsos!".
Urdangarin se quedó de piedra. Tras recuperarse del shock, agarró a los niños y se dirigió a la salida. Tal y como relata Pilar, aquel momento marcó un antes y un después: "Les hizo darse cuenta de que su vida en Barcelona había terminado para siempre".
Fotos | Gtres
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