Es la batalla de las suegras. El conflicto que habría llevado al límite a doña Sofía, a Paloma Rocasolano, a Letizia y hasta al mismísimo Felipe VI. El inicio de esta peligrosa guerra tiene lugar en 2005, año en el que la heredera al trono llegó al mundo. Leonor de Borbón, futura reina de España, marcó un antes y un después en la relación entre sus abuelas.
Cuando la pequeña nació, Sofía y Paloma babeaban con su presencia. Aquella niña de ojos verdes y rizos de oro era su nieta, y no una nieta cualquiera. Leonor llegaba a Zarzuela con el cetro bajo el brazo y la expectación era máxima. Los medios nacionales e internacionales retrataron a la pequeña en sus primeros días de vida, y Letizia tomó la decisión que le costaría el gran disgusto.
Agobiada, la actual reina decidió vivir la maternidad con cierta intimidad. No quería convertir el nacimiento de su hija en un espectáculo mediático y las puertas de palacio se cerraron para la gran mayoría. Periodistas, amigos e incluso familiares tenían restringido el acceso. Letizia quería proteger su vida privada y la de su hija.
La escritora Mábel Galaz, en su libro 'Letizia Real', comenta que Zarzuela se cerró "a cal y canto" para todos. También para doña Sofía, que visitaba a las niñas cada día a la hora del baño hasta que su nuera ordenó lo contrario. "Se decidió que su presencia 'alteraba la rutina' de las pequeñas y la actual reina emérita recibió la indicación de terminar sus visitas", aseguran desde Mujer Hoy
Paloma, en cambio, tenía permitido el acceso. La madre de Letizia iba y venía sin cumplir normas ni horarios y a doña Sofía le repateaba. Al parecer, Rocasolano cumplía el papel de abuela y la emérita debía limitarse a lo institucionalmente estipulado. En aquel momento, la relación entre ambas se resquebrajó para siempre.
Fotos | Gtres
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