En 1986, una pequeñísima Hiba Abouk llegaba al mundo. Nació en Madrid y fue allí donde pasó sus años de infancia. Junto a sus tres hermanos, Hiba jugaba en el parque y disfrutaba de la vida de barrio. Cuando llegó la adolescencia, todo cambió para la joven. Sus aspiraciones artísticas no eran aceptadas por sus padres y, de un día para otro, abandonó el hogar familiar.
De origen tunecino, los progenitores de Hiba se negaban en rotundo a que su hija se dedicase a la actuación. Aquello no era un trabajo formal, correcto ni puro. Una mujer musulmana debía cumplir con los patrones establecidos por la religión y hacer cine no estaba entre ellos. Cansada de escuchar todo aquello, la futura actriz emprendió su camino en solitario.
Se fue de casa, estudió interpretación y pasó por cientos de castings. Finalmente, encontró su oportunidad en pantalla y después todo vino rodado. Sus padres, lejos de reconocer su éxito, continúan avergonzados: "No se puede forzar a alguien a entender a otro, aunque sean tus padres", declaraba para Marie Claire en 2014.
"A ver… mi familia no es fácil. Somos cuatro hermanos, dos chicos, mi hermana y yo, y fue la guerra. Mi personalidad se forjó ante tantas adversidades en mi adolescencia que lo que para otra persona puede ser un mundo, como que te saquen en la playa en una revista, para mí es como romperme una uña", declaraba por aquel entonces.
En esa misma entrevista, Hiba reconoció que la relación con sus padres era "nula". Más tarde, dejó caer que existía un acercamiento, aunque este tipo de conflictos "no se arreglan en dos días".
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