Lo de ir al cine es un plan que parece haber quedado relegado a románticos y a gente que no tiene otra cosa mejor que hacer fuera de casa. A esto podemos sumarle algún estreno puntual al que le tengamos ganas y no podamos esperar a que llegue a las plataformas y, también, el hecho de que en verano es sinónimo de aire acondicionado. Pero la tendencia es clara desde hace años: en el mundo la gente va cada vez menos a las salas de cine. Incluso los cinéfilos.
Entre 2019 y 2002, la gente pasó de ir al cine una media de 5,2 veces al año, a ir solo 3,5 veces por año. Los motivos que se pueden dar son muchos, empezando por el auge del streaming, la incapacidad de concentrarse en una sola cosa por un largo periodo de tiempo de las generaciones más jóvenes, no estar dispuestos a soportar lo ruidosa que puede llegar a ser la gente hablando y comiendo palomitas o, simplemente, que la vida está muy cara...
No obstante, el único motivo que de verdad avalan los datos y la ciencia es lo caras que son las entradas. Según datos de 'World of Statistics', el precio promedio de un ticket de cine en más de 40 países es de alrededor de 9,35 dólares, algo así como 8,71 euros al cambio. Sin embargo, saliéndonos de la media, sin descuentos y según el lugar, la entrada en España suele salir a un par de euros más.
Así que, ya hay quien se ha empezado a preguntar si la solución no se encontrará en algo tan sencillo como la ley de la oferta y la demanda en el mundo del cine. El tanteo walrasiano (conocido también como subasta walrasiana) es un modelo económico heredado de las subastas de pescado del siglo XVIII y llamado así por el economista galo Léon Walras. Y, básicamente, dice que para encontrar el equilibrio en un mercado debe haber una relación en la que ambas partes se sientan cómodas.
Esto es algo que se consigue ajustando los precios repetidamente como si fuese una subasta, ya que así se puede llegar a encontrar un punto medio que fuera óptimo para las salas y aumentara la afluencia de gente a las mismas. Fenómenos como el de 'Barbie' y 'Oppenheimer' o el Universo Cinematográfico de Marvel demuestran que la gente sigue dispuesta a ir al cine a pesar de las plataformas de streaming.
Tal y como explica Rubén Márquez en '3D juegos', "si industrias como la alimentaria, la del transporte o la del turismo han sobrevivido a base de adaptarse a una demanda elástica ofreciendo precios dinámicos en base a opción y tiempo impulsados por la demanda, tal vez otros modelos similares puedan llegar a ser una opción viable tras lidiar con el interés del público".
Es decir, que si la demanda es altísima para ver el último blockbuster y hay colas en las taquillas, los cines podrían aprovecharse de la situación para aumentar los precios y, aún así, la gente seguiría yendo al cine a verlo. Es solo una idea pero lo que parece claro es que no es rentable un negocio que tiene que llegar a precios como los que tienen desde hace años las entradas de cine para sobrevivir.
Tal vez haya llegado el momento de dejar de señalar de un lado a otro buscando culpables y ser conscientes de que, tal y como ya ocurrió con el teatro, el modelo de negocio ha cambiado, y hay ofertas mejores o más llamativas que nos vienen mejor a los espectadores. De este modo, quizás pueda ser la aplicación de tarifas dinámicas una posible solución para conseguir que las salas de cine no se conviertan en el nuevo teatro.
Foto de portada | La La Land
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