Si hay un aspecto en la vida en la que se hacen casi innumerables locuras, esa es la alimentación. Especialmente, cuando llegan épocas como el verano, o las semanas posteriores a la Navidad, empezamos a ser bombardeadas con remedios y dietas milagrosas para bajar peso que, en ocasiones, nos llevan a adoptar conductas poco saludables.
Entre estas dietas milagrosas que se han ido haciendo famosas en los últimos tiempo encontramos la dieta frutariana. Tan famosa es que en Instagram podemos encontrar innumerables fotos bajo el hashtag #Fruitarian y ya es toda una corriente seguida incluso por celebridad.
Steve Jobs es uno de los famosos a los que más se ha asociado con esta dieta y algunos medios aseguraban que Ashton Kutcher enfermó al intentar emular la dieta frutariana cuando se preparaba para llevar a cabo el papel de Steve Jobs en la película Jobs.
En qué se basa la dieta frutariana
Como el propio nombre de la dieta indica, este estilo de alimentación se basa en comer únicamente fruta cruda, aunque en ocasiones se permite la inclusión de semillas y algún fruto seco.
La teoría detrás de esta dieta es que quienes la defienden aseguran que nos ayudará a mejorar la calidad de nuestras digestiones, mantenernos hidratados, ayudar a desintoxicar, e incluso mejorar nuestro nivel de cognición o darnos más energía.
Sin embargo, como suele ocurrir con todas las dietas milagro, no es oro todo lo que reluce y la realidad es que las dietas frutarianas pueden causarnos serios problemas.
Por qué seguir una dieta frutariana no es la mejor opción
La fruta es uno de los alimentos más sanos que podemos encontrar y que debería estar incluida en cualquier estilo de alimentación saludable que adoptemos. Aumentar la cantidad de fruta que consumimos y reducir la de ultraprocesados y grasas es una de las cosas que más impactarán en nuestra salud.
Sin embargo, como ocurre en cualquier dieta excesivamente restrictiva, alimentarnos únicamente a base de fruta y dejar fuera cualquier otro alimento que no entre en esa categoría puede suponer un riesgo para nuestra salud y no resulta una opción segura.
Se reduce demasiado el consumo de proteínas
Siguiendo una dieta frutariana se reduce de manera muy drástica el consumo que hacemos de proteínas. Esto puede verse reflejado en problemas de salud. Entre otras cosas, un consumo muy bajo o ausente de proteínas puede acabar en fallos renales, perdida excesiva de peso - que no de grasa -, sarcopenia o pérdida de masa muscular.
El peligro de no consumir grasas
Las grasas parecen el gran enemigo a abatir con cualquier dieta y, sin embargo, se trata de un nutriente necesario para nuestro organismo. Entre otras cosas, mantener la grasa en niveles saludables nos ayuda a regular nuestra temperatura, interviene en la regulación de hormonas y facilita la absorción de algunas vitaminas.
No consumimos algunas vitaminas necesarias
Una de las cosas que tiene en común la dieta frutariana con las dietas veganas y vegetarianas - aunque estas últimas si están bien planteadas son perfectamente saludables - es que provoca un déficit de vitamina B12. Sin embargo, en este caso no sería esa la única vitamina que se viera comprometida, sino otras que forman parte de las vitaminas B, así como el calcio, el zinc, etc.
Es una dieta restrictiva que no nos enseña hábitos saludables
Uno de los elementos que tiene que tener cualquier estilo de alimentación saludable y adecuado es que no sea excesivamente restrictivo - es decir, que incluya todos los tipos de nutrientes (que no de alimentos) - y que se pueda mantener a largo plazo.
Además, un estilo de alimentación adecuado nos enseñará buenos hábitos seguros, saludables y sostenibles. Una dieta como la frutariana no puede ser sostenible en el tiempo ya que no es segura y es muy difícil de mantener. Además, una vez que dejamos esta dieta lo que nos queda es que no nos ha enseñado nada.
Por lo tanto, al terminar la dieta no sabremos alimentarnos mejor ni de forma más equilibrada. Esto quiere decir que, seguramente, volveremos a nuestros hábitos de alimentación habituales y ganaremos el peso perdido o incluso más.
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