No las tenía todas conmigo, pensaba que el mejor sabor de boca que nos podían dejar era el de su última colección anfibio, que su obra no iba a atropellar su genio en vida, pero tras ver las propuestas que había dejado preparadas para el otoño-invierno 2010/2011 (han tenido que ser ultimadas por el equipo creativo de la firma pero todo lo que aquí véis lo maquinó Alexander en vida) no puedo quitarme de de la cabeza que Alexander McQueen tenía un plan: salir de este mundo a hombros y por la puerta grande.
Es fácil alabar a quién todo el mundo admira pero los piropos a este chico que presentó su primera colección de Alta Costura bajo las siglas de Givenchy con tan solo 26 años y la mirada perdida, son de todo menos gratuitos (al menos por mi parte). Se rumorea que José Castro es uno de los potenciales candidatos a sucederle al frente de la marca que lleva su nombre y posee el grupo Gucci, y aunque parezca un sacrilegio porque su aguja y dedal están todavía calientes, los relevos al frente de las principales casa de moda son una constante y la historia ha demostrado además, que de lo más fructífera.
La época isabelina siempre fue una constante en el imaginario de McQueen, y su última colección parece prácticamente sacada de las dependencias de la reina Elizabeth I.
Los brocados nunca fueron ningún handicap para un Alexander McQueen que al igual que Galliano y otros pocos elegidos que caben en una mano, había creado su propio universo. Un universo que no tenía necesidad ninguna de responder a nada más que a sus propias inquietudes. Nuevas o no. Modernas, practicables, rentables o menos.
Me vais a perdonar pero a mi “se me cae la baba”.
Y no me importa en absoluto el haber visto todo esto antes.
Reafirmarse nunca es malo aunque sea lo último que se hace.
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Fotos | catwalking vía tfs