A pocos días que quede oficialmente inaugurado y aunque ya casi tocaría hablar de las colecciones de invierno, el cambio climático y el calentamiento global juegan a mi favor, ha vuelto el mal tiempo por lo que todavía estoy a tiempo de exprimir las colecciones que más me gustan para este verano.
Etro es una de las pocas firmas que todavía permanecen en manos de sus familias fundadoras, ajenas e immunes a las grandes operaciones de capital que dictan las normas hoy en día en una industria cada vez menos intimista y cada vez más comercial. La dictadura del marketing y de las ventas.
Lo que a finales de los años sesenta empezó como una pequeña empresa textil milanesa dedicada exclusivamente a la producción de echarpes y bufandas de altísima calidad se ha convertido en una casa italiana de referencia que reúne tres de los requisitos indipensables para mantener el equilibrio: originalidad y creatividad, acabado artesanal y rancio abolengo.
En 1981 el estampado Paisley pasa a ser seña de identidad de Etro, un símbolo que con el tiempo se transforma e impregna todos y cada uno de sus diseños. En los noventa la firma se lanza al mercado prêt-à-porter y desde entonces lidera junto a sus coetáneas los anales de las tendencias.
La colección de verano 2008 engloba elementos tan místicos y dispares como lujosos y étnicos. Eclecticismo italiano. Bohemio excéntrico.
Leggins de colores, casacas militares, vestidos de crochet; tops de chiffon, pantalones cargo, y caftanes de seda. Una mezcla colorida y multicultural que a pesar de la pluralidad, se hace deseable y ponible a partes iguales.
Es además totalmente coherente en su diversidad, todo tiene un sentido lógico aunque desestructurado y es como una especie de puzzle anárquico, podrías desmontar todas las piezas y colocarlas a tu manera. El resultado seguiría encajando. Seguiría haciendo juego.
Unas propuestas, comerciales, sí, pero pensadas, elaboradas, actuales, nada pretenciosas y realmente estupendas.