Paul Poiret, Rey de la Moda: la exposición del año

La semana pasada os hablabamos de la gala anual del Costume Institute celebrada en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York en honor a Paul Poiret. Tras darle un repaso a la alfombra roja, que tanto nos gusta en Trendencias, toca hablar de la exposición y del homenajeado.

"Poiret: Rey de la Moda" es el título de la exposición, que puede visitarse desde el miércoles 9 de mayo, y que estará abierta al público hasta el día 5 de agosto. Dedicada al legado de uno de los couturiers más relevantes de la primera mitad del siglo XX, se ha recreado el ambiente de su época, de modo casi teatral, con un resultado muy elegante, como veis en las fotos.

"Rey de la Moda" era como se llamaba a sí mismo, y cuando tenía el día un pelín más humilde prefería definirse como "Un artesano en muchas artes, y pionero en cada una de ellas". Casi nada. Aunque también es cierto que no andaba desencaminado al darse tanta importancia.

La contribución más relevante del Poiret a la vestimenta femenina es la eliminación del corsé. Alguno debía de ser el primero, y desde aquí nuestro aplauso porque fuera él. La creación en 1906 de un vestido con el talle bajo el pecho y recto hasta los pies es el principio del fin de la corsetería envarada e incómoda que, más que sujetar y embellecer las formas femeninas, las oprimián y deformaban en una silueta ridícula a los ojos de Poiret. Y a los de cualquier mujer con dos dedos de frente, de ahí el éxito de sus ligeros y cómodos vestidos.

Con él se simplifican los cortes, y las mujeres, por fin, pueden vestir de manera cómoda, sin que eso signifique dejar de lado la elegancia. El gusto por las vestimentas y los estampados orientales, muy de moda en aquella época, fue otro de sus referentes a la hora de diseñar tanto la ropa, como los objetos de decoración que vendía en su tienda y los frascos de sus perfumes.

Otra medalla en su carrera es haber incorporado al guardarropa femenino la falda-pantalón, que igual ahora no es la prenda más cool, o sí, según se lleve, pero en su momento fue un puntazo censurado por el Papa Pío XI y todo.

También fue el primer modisto en lanzar al mercado un perfume, al que puso el nombre de su hija mayor Rosaline. Aprendió de su maestro, Doucet, a tratar bien a las actrices de teatro, y se convirtió en el diseñor favorito de las celebrities y las socialities de su época, a las que obsequiaba con lujosas fiestas. Isadora Duncan, Helena Rubinstein, Colette y Sarah Bernhardt eran clientas habituales en su tienda, al igual que Peggy Guggenheim, a quien Man Ray retrató con uno de sus vestidos.

E igualmente fue el primero en perseguir las copias de sus diseños, e impulsó la creación del Sindicato de Defensa de la Gran Costura Francesa.

En lo que no fue el primero, ni el último, fue en no saber adaptarse a los nuevos tiempos y las nuevas modas. Tras la primera guerra mundial insistió en su visión de la moda y enseguida fe superado por cortes, tejidos y diseños más sencillos y cómodos todavía. Como reflejo de esto, la exposición se cierra con un little black dress diseñado por Coco Chanel, su sustituta como Reina de la Moda en los años siguientes.

Esperemos que esta exposición consiga, más allá del homenaje, reivindicar a Paul Poiret como se merece: como un diseñador fundamental en el inicio de la moda femenina y de las casas de moda tal y como hoy las conocemos; y como uno de los más influyentes del siglo XX, y todavía del siglo XXI, pese a no haber gozado de la misma fama y prestigio postumos de la que sí han disfrutado otros.

Como ejemplo de la actualidad y belleza de sus diseños basta fijarse en las tres invitadas a la gala que llevaron prendas originales de Paul Poiret. De izquierda a derecha: Meredith Melling Burke, estilista de la edición estadounidense de la revista Vogue, con un vestido blanco de Bryan Reyes y una capa-chaleco de Paul Poiret fue una de las asistentes más elegantes a la gala. La doctora y sociality Lisa Airan arriesgó más al elegir una espectacular capa verde del modisto francés con la que llamó la atención de todos. Y, finalmente, Alexis Bryan, editora de Vanity Fair, elegantísima con un vintage de Poiret malva bordado en oro. Sin duda, el mejor homenaje posible.

Vía | The New York Times Sitio oficial | The Metropolitan Museum of Art

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