Hay que podar los geranios, por lo menos, una vez al año para que puedan estallar en flores en primavera
Si los geranios son una de las planta con flor más habituales en las terrazas, patios y balcones de España es porque, además de dar alegría a cualquier hogar, son resistentes y muy fáciles de cuidar. No obstante, hay algunos cuidados con los que hay que ser religiosos para que la planta sobreviva y pueda lucir en todo su esplendor. El más evidente es el riego pero tampoco podemos olvidarnos de la poda si queremos que estén fuertes, sanas y que nos regalen floraciones espectaculares durante la siguiente primavera.
Cuándo podar los geranios
Dicho esto, hay que podar anualmente a los geranios. Si no lo hacemos, les crecerán tallos largos, delgados y débiles. Por no hablar de que su floración será pobre. No obstante, con la poda, no solo fortalecemos la planta y hacemos que crezca más hermosa, también eliminamos partes dañadas o enfermas que pueden ser muy golosas para las plagas que atacan los geranios.
Eso sí, el momento de podarlo dependerá del clima de la zona en la que vivamos. Lo más habitual es hacerlo en otoño, una vez que la floración de la planta ha finalizado. Sin embargo, en los lugares en los que el invierno es más duro y las heladas son fuertes y abundantes, lo mejor es esperar a comienzos de la primavera, antes de que se inicie la floración.
Así que, si vives en una zona de España que sea templada o cálida y sin heladas, también puedes podarla dos veces al año: en primavera y en otoño para que tengan una forma más compacta y muchas más flores puesto que la poda tiene como objeto reducir el volumen excesivo de la planta y las ramas que sobresalgan demasiado del conjunto.
Cómo podar los geranios
Antes de ponerse manos a la obra, tenemos que pensar qué forma queremos darle a la planta: ¿queremos un geranio con forma redondeada o uno que cuelgue de la barandilla, etc.? Después, no podemos olvidarnos de esterilizar la tijera que vayamos a usar para evitar que las heridas del corte se infecten y la planta enferme.
Comenzamos retirando las flores marchitas y eliminando las ramas enfermas. A la hora de cortar, hay que hacer cortes oblicuos y limpios. Una vez hecha dicha tarea, debemos recortar los tallos que hayan crecido demasiado. Eliminamos los tallos más largos y finos, sobre todo, si no tienen demasiadas hojas.
También es importante dejar sin podar los tallos centrales de la planta, podando los laterales. De hecho, pueden podarse casi desde su base, a unos 5 mm del nudo más bajo, aproximadamente. Eso sí, la poda nunca debe ser excesiva. Tenemos que hacerla teniendo en mente que, como mucho, podemos reducir la planta a la mitad de su tamaño. Cuando hayamos acabado con la poda, la planta deberá tener un aspecto compacto.
Foto de portada | Sandra Wei en Unsplash
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