Al final, como siempre, las madres tienen toda la razón y en la limpieza de la casa también
Soy una procrastinadora de manual. El primer paso es confesarlo. Pero tengo otros problemas además de ese. Por ejemplo, me encanta tener la casa limpia y ordenada, me da paz mental, pero no me gusta ni limpiar ni ordenar. La cuestión es que tampoco tengo la economía necesaria como para externalizar esa tarea, así que si quiero una casa limpia, lo tengo que hacer yo.
Y os juro que he probado de todo: reparto de tareas, calendarios de limpieza, métodos japoneses, las reglas de Marie Kondo, comprar productos milagrosos que iban a hacerme la vida mucho más fácil, de todo. Os juro que he probado de todo. Y, sin embargo, lo único que me ha funcionado es lo que ya me enseñó mi madre hace años.
Ahora, los gurús y expertos de la limpieza y el estilo de vida lo recomiendan y hasta le han puesto hasta un nombre: "la regla del minuto" que forma parte de un método japonés llamado Kaizen. Mi madre, simplemente, lo llamaba "hacer las cosas en el momento". Tarea harto difícil para una procrastinadora como yo, pero lo más eficiente que he hecho en mi vida.
Básicamente, es cuestión ir recogiendo y limpiando en el momento. Vamos, si acabas de terminar de desayunar, friega o mete los platos en el lavavajillas en vez de dejarlos en el fregadero. Ya que estás, cuando termines, pásale un agua y un trapito al fregadero.
Si acabas de cocinar, limpia la vitrocerámica o los fogones y le pasas un pañito a los azulejos por si ha saltado algo de aceite o comida. Recoges las migas de la mesa en el momento o dobla y guarda la ropa según la descuelgas o sacas de la secadora. En mi caso, también pasó un trapo o una toallita al baño (lavabo, aseo, etc.) casi cada vez que voy. Tengo los productos de limpieza en el baño y, si me estoy lavando la cara y veo que el espejo está sucio, lo limpio en el momento.
Lo mismo con la ducha: aprovecho que estoy dentro y la limpio. Vamos, básicamente, se trata de hacer pequeñas tareas de limpieza en el momento en vez de ir acumulándolas. Si veo que algo está sucio o desordenado, lo limpio o recojo en el momento en vez de dejarlo ahí para hacerlo más tarde o todo junto en un día seleccionado.
Y es que, intentar limpiar toda la casa en un día, por ejemplo, en el fin de semana, a mí no me ha funcionado. Me agobiaba el desorden durante la semana y, después, llegaba tan cansada al fin de semana o quería aprovechar y hacer algo que, muchas veces, acababa no limpiando. Limpiar todo un día y empezar de cero, volviendo a acumular desorden y suciedad hasta el siguiente sábado o domingo, no va conmigo.
Sin embargo, haciendo las cosas así, aunque me cueste terriblemente y me tenga que obligar, consigo que la casa esté limpia y ordenada todo el tiempo. Son pequeñas tareas que me llevan un minuto o dos y que me ayudan a no tener que enfrentarme a mucho que hacer en un solo día. Además, una cosa ordenada me da paz mental y yo, que trabajo en casa, agradezco esto infinitamente.
Otra cosa que hago es pasar la aspiradora todos los días - o día sí día no -, de manera que tardo poquísimo, porque el suelo está limpio y, como mucho, tiene algo de polvo o comida que se haya podido caer en la cocina. Y, así, los fines de semana tengo mucho menos que limpiar y aprovecho para hacer "lo gordo": poner lavadoras, fregar suelos, sacar el polvo y hacer una limpieza algo más profunda al baño -tarea mucho más sencilla porque, en realidad, está limpio -.
Como truco extra, y esto también lo aprendí de mi madre, no me voy a la cama sin haber recogido la cocina. No queda ni un plato, ni un tenedor, ni una sartén en el fregadero. Aprovecho para recoger también el lavavajillas y guardarlo. Es una tarea que lleva algo más de rato, pero no tanto porque durante el resto del día no he ido dejando cosas en el fregadero ni manchas en la cocina. Y no sabéis la paz mental que da levantarte de la cama por la mañana y encontrarte una cocina limpia y lista para empezar cada día.
Al final, sí, limpio y recojo todo el día, pero en tareas muy pequeñas que me llevan ni dos minutos y hacen una diferencia tremenda. Vaya, todo esto para decir que, al final, como siempre, las madres tienen razón y que a mí me ha ido mejor cuando he hecho caso a lo que me enseñó. En la limpieza y en la vida.
Fotos | cottonbro studio en Pexels, 2, 3
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