Esta semana la palma de oro al mejor look estaba bastante reñida dado el volumen de eventos que se han acumulado en estos siete últimos días, pero por unanimidad no popular voy a otorgarle el preciadísimo galardón a Sarah Jessica Parker aún a sabiendas de que mi decisión va a crear controversia.
Y se lo voy a dar a ella por valiente y atrevida, por arriesgar, por ponerse el mundo por montera y plantarse en la cabeza un tocado naturista de rosas, espigas y mariposas, en pleno estreno mundial de la película más esperada del año. Y es que es muy fácil ser complaciente e ir sencillamente correcta, pisar sobre seguro y no dejarte llevar por la estrafalariedad, vamos, que no te salga la vena hortera.
Pero cuando el personaje que te ha dado la fama y casi la vida, al menos en el terreno laboral, es una mujer tan genuinamente víctima de la moda que se pone todas las tendencias a la vez y aún le queda espacio para más, no puede una menos que rendirle homenaje en alma y cuerpo a la gurú de todos los gustos y estilos habidos y por haber.
Y eso es lo que suele hacer Sarah Jessica en su vida normal, disfrazarse de Carrie, ¿o era al revés? La cuestión es que el vestido verde agua de Alexander McQueen que llevaba era simplemente maravilloso, el clutch de Bottega Veneta en color esmeralda también, las joyas, escasas, tan solo una valiosísima pulsera de Fred Leighton, y el tocado de Philip Treacy, el sombrero inglés más surrealista de todos los tiempos, era espectacular, llamativo y algo incómodo, pero perfecto para completar el look british que SJP le quiso regalar a la ciudad que la acogía, y a todos los demás.