¿Dejamos a nuestros hijos libertad para ser niños?

¿Dejamos a nuestros hijos libertad para ser niños?

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¿Dejamos a nuestros hijos libertad para ser niños?

Ya lo hablamos hace unas semanas en este artículo que escribimos sobre Hiperpaternidad: algunos padres están tan obsesionados con construirles la vida perfecta a sus hijos y con mantenerles a salvo de todos los peligros que les están protegiendo demasiado y coartando su libertad para desarrollarse como personas libres e independientes.

Y sobre todo, les están impidiendo vivir una infancia con normalidad, cometer trastadas, equivocarse, meterse en líos, eludir responsabilidades,... ¿Deberían darles más libertad para que disfrutaran de la niñez sin controlarles tanto? ¿Y hasta qué punto se puede estirar esa libertad?

Dar a nuestros hijos libertad es mucho más que dejarles jugar a su aire, es asentar las bases para que el día de mañana se conviertan en adultos libres y seguros de sí mismos.

Pero a algunos les cuesta soltar el hilo y dar ese paso. Y cuando alguien traspasa esa frontera y confía en su hijo para que ayude en casa o sea algo autónomo, le llueven las críticas. O cuando algunos padres protestan porque tienen demasiados deberes y están perdiendo la infancia.

El coste de prepararlos para una vida perfecta

Y no, no nos referimos a lo que nos cuestan todas las actividades extra-escolares al final del mes (que sí, en muchos casos es para echarse a temblar), sino de las terribles agendas a las que someten a sus hijos algunos padres, casi como si fueran las de un adulto.

Pero por otra parte, con toda esa preparación tremenda encima, una educación privilegiada, se trata de niños que lo tendrán difícil como adultos, porque se pasan a la hora de supervisarlos, les respaldan en exceso y no les ponen suficientes límites. Niños tiranos con muchos derechos y sin ninguna obligación.

Por otra parte, tanta actividad extraescolar y estimulación para conseguir que los niños se conviertan en adultos en éxito les quita tiempo para jugar. Y no podemos evitar preguntarnos si al hacerlo así les estamos robando también esa parte de la infancia, de la importancia del juego no dirigido para los niños. Si ese es el verdadero coste a pagar.

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Ellos también nos dan alguna pequeña pista para que seamos conscientes de que es necesario dejarles más libertad: "yo creo que la cantidad actual de miedos infantiles,que están detectando los expertos y que se han convertido en casi una epidemia en esos tiempos", nos explica Eva Millet, periodista, madre de dos niños, responsable de la web Educa2 y autora del libro Hiperpaternidad.

Según esta experta "es la principal señal de alarma de esta falta de autonomía producida por estas crianzas "híper". La tendencia de los hiperpadres es ocultarles, maquillarles, evitarles los miedos: si un niño tiene miedo a los perros y ve un perro, los papás le cruzarán la calle de inmediato para evitarle ese momento de "enfrentamiento" (vital para superar el miedo). O (y este es un caso real!), si una niña de 10 años no ha tirado la cadena del WC en su vida porque "le da miedo el ruido" sus diligentes y bienintencionados papás se la tirarán por ella cada vez que vaya al baño. La valentía es una habilidad que requiere educarse, y es tan o más importante que el inglés o las matemáticas".

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Pero también puede pasar con el juego. Algunos progenitores se empeñan en manejar también esa área de sus vidas, no dejándoles libertad para hacer las cosas a su manera o aburrirse.

Salvador Rodríguez Ojaos, pedagogo, formador y autor del blog de reflexión educativa El Blog de Salvaroj nos comenta que "en edades tempranas, el juego nunca es una pérdida de tiempo, ni un simple entretenimiento. El juego, además de facilitar el desarrollo de las capacidades motoras, es un acto fundamental para la formación de habilidades y destrezas, para la adquisición de valores, para el desarrollo de la inteligencia racional y la inteligencia emocional".

En definitiva, los profesionales recomiendan este juego no dirigido: "con el juego, los niños y las niñas experimentan, comparten, pierden, ganan, aprenden a anticiparse, a concentrarse, a ser imaginativos, a ser creativos, a ser curiosos. Todos estos aprendizajes son esenciales para el futuro desarrollo de la personalidad y para una adecuada adquisición del aprendizaje", nos explica Salvador.

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La falsa libertad tampoco es una opción

También está el otro extremo. El que nos recuerda Eva Millet, el de niños criados en una "falsa libertad": "los (de nuevo) bienintencionados padres, en nombre de una democracia familiar mal entendida, les preguntan TODO a los niños desde muy pequeños (a menudo preguntas que no están capacitados para contestar o que no les toca a ellos contestar como ¿qué quieres cenar?, ¿dónde quieres sentarse?, ¿quieres irte a dormir?, ¿vestirte?, ¿bañarte?, ¿tomar un Dalsy?), pero otro lado (y ahí está la contradicción), hacen sistemáticamente todo por ellos, no les dan armas para que sean personas libres y autónomas (que esa es la verdadera libertad)", aclara.

"No se trata de volver a la dictadura, ojo sino de dar unas normas para crear esa atmósfera tranquila y organizada donde el niño se sentirá seguro, acompañado pero no agobiado por sus padres y podrá desarrollarse como persona." Eva Millet.

Getty Rm Photo Of Kids Playing In Tree House

Maribel Martínez, una psicóloga del Centro de Psicología y del Lenguaje que reivindica la sana desatención, el observar sin intervenir, nos comentaba como un poco escandalizada cómo los padres preguntaban a los niños que acudían a su consulta cuándo querían volver a tener cita con ella: "como si ellos decidiesen la agenda familiar o tuviesen capacidad para negarse a tener la cita o no".

Libertad y límites, una combinación equilibrada y necesaria

En conclusión, según nos cuenta Eva Millet los niños necesitan libertad, pero no para decidir que cenan sino en el sentido de tener tiempo libre para observar, pensar, para aburrirse, para escoger a lo que quieren jugar y qué amigos invitar a la fiesta. Para ser niños. Y curiosamente, para ejercer esta libertad también precisan de LIMITES, de normas y rutinas, unos conceptos completamente demodé en estos tiempos. Los límites son como agua de Mayo, todos los expertos con dos dedos de frente en educación los reivindican: "les ayudan a ser más seguros y a desarrollar su autonomía, a saber que después de bañarse, a tal hora, podrán jugar un ratito a lo que les de le gana y después cenarán lo que sus papás (que deberían saber más que ellos de nutrición) les han preparado para cenar y que, antes de acostarse, normalmente a la misma hora, uno de los dos les leerá un cuento."

¿Cuál es la solución? ¿Cómo buscamos ese equilibrio? Los especialistas recomiendan no estar todo el día pendientes de los niños, darles libertad y autonomía, que se aburran, que intenten resolver los problemas y dificultades por su cuenta... y se equivoquen. Todas las veces que sea necesario.

En definitiva, dejarles ser ellos mismos, jugar y hacer el tonto, pero también darles responsabilidad sobre sus deberes y obligaciones tanto en el colegio como en casa.

Resulta difícil, claro. Pero si nos excedemos con nuestras atenciones, podemos acabar llevando a nuestro hijo de la mano a la Universidad, terminando sus relaciones de pareja por él o regañando a sus jefes en su primer trabajo. ¿De verdad es ese el futuro que queremos para ellos?

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Ig Tre

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Fotos| The Nanny Diaries, Unsplash.com, Lemmonade, GTres

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