La verdad de tener un perro que nadie te cuenta: "tenía que dejarle audios grabados con mi voz para poder salir de casa"

De pequeña me daban miedo los perros y, de adulta, he pasado varios años dando pasos hacia una vida que me permitiera tener uno. Hasta que el verano pasado por fin sentí que cumplía con los requisitos necesarios para darle una vida digna a una mascota. Es decir, era consciente de la responsabilidad que conlleva pero, al mismo tiempo, no lo era realmente de hasta qué punto. Porque así dieron comienzo seis meses limpiando diarrea y haciendo huecos en mi jornada laboral para llevar al veterinario a un perro que no paraba de perder peso de forma alarmante.

La calle esta llena de perros adorables con los que nos cruzamos apenas unos segundos de paseo, así como las redes sociales de clips en los que nos roban el corazón con sus gracietas pero, ¿qué pasa durante el resto del tiempo? ¿Qué es lo que no se ve en Instagram?

Los beneficios de adoptar un perro

En uno de los momentos más complicados de adaptarme a vivir con mi perro recién adoptado en un piso compartido y cuidarlo en una enfermedad crónica aún por diagnosticar (y que consumía mis ahorros a una velocidad vertiginosa), una amiga me preguntó: "¿hay algo que te guste?". Me paré a pensar y no tardé mucho en contestar: "darle besos y abrazos".

Actualmente, hay más hogares con mascotas que habitados por menores de 15 años. La soledad, la precariedad y la inestabilidad, tanto emocional como laboral, son algunos de los factores que podrían explicar este fenómeno en un país con la tasa de natalidad estancada y los hogares unipersonales en aumento. De hecho, en los últimos años, se ha puesto de moda el término "perrijo", que puede ejemplificar cómo últimamente habríamos pasado de una concepción anticuada del perro como guardián de la casa a, tal vez, pecar de humanizarlos en exceso.

Los neurólogos señalaron durante el confinamiento que la privación del sentido del tacto afecta a nuestro estado emocional ya que, tocar y que nos toquen regula nuestro equilibrio hormonal. Esto se debe a que aumenta la oxitocina (relacionada con la felicidad) y baja el cortisol (estrés). Aunque, según los expertos, no deberíamos convertir a nuestras mascotas en un sustuto emocional, nuestro contexto socioeconómico y condiciones de vida consecuentes son las que son.

Así, un estudio reciente de la Universidad de Michigan apunta que convivir al menos cinco años con un animal de compañía podría retrasar el deterioro cognitivo en las personas mayores. Estudios anteriores ya habían sugerido que el vínculo entre humano y animal puede tener beneficios para la salud como la disminución de la presión arterial y el estrés, que puede afectar negativamente a la función cognitiva. No obstante, aunque se necesita más investigación para confirmar los resultados, puedo aportar otro dato personal.

"El vínculo entre humano y animal puede disminuir la presión arterial y el estrés"

Quiera o no, cuidar de mi Mordisco me obliga a despegar los ojos de la pantalla y a salir de casa al menos tres veces al día, lo que para alguien con un estilo de vida sedentario (como yo, que teletrabajo desde antes de la pandemia) es más que necesario. Por último (y el "último" tengo que decir que es literal, si quiero ser honesta), adoptar un perro también tiene para mí (al igual que para muchos otros dueños) un punto de contribución social.

Adopciones problemáticas

Sin embargo, adoptar no siempre es fácil. Por motivos de salud, me vi obligada a traer a casa una mascota hipoalergénica pero en las protectoras los perros de raza están muy solicitados. Así que, cuando me enteré de que una familia iba a abandonar a un perro de agua, me tiré a la piscina y me lo traje conmigo directamente de su casa sin imaginar lo que vendría justo después: las consecuencias de una insuficiencia pancreática exocrina no diagnosticada (u ocultada a propósito) que llevó a un perro que debía pesar 18 kilos a quedarse en solo 10.

Fue una decisión inconsciente motivada por el desconocimiento y ahora sé que adoptar sin protectora es como subirse a un trapecio sin red. Estas organizaciones y sus casas de acogida actúan de intermediarios que, además de buscar a las mascotas una familia adecuada, también tratan los problemas de salud y carácter con los que estas llegan, hasta que están listas para iniciar su vida en otro hogar.

Del mismo modo, tras la adopción no se desentienden y hacen un seguimiento en el que, si la relación no funciona, es posible valorar opciones con ellos. Así que, aunque ahora no me imagino mi vida sin él, al empezar mi historia con Mordisco, me sentí sola a menudo y dando palos de ciego en una labor sobre la que no tenía ninguna noción previa.

Precisamente, el respaldo de una protectora fue lo que salvó a Irene S. y a su antiguo perro de vivir ambos a disgusto. Aunque era consciente de que adoptar un galgo, con los miedos con los que llegan, no iba a ser un trabajo sencillo, "lo que me encontré superó todas las expectativas", cuenta esa periodista de 30 años a Trendencias . En la asociación a la que acudió le entregaron al perro que consideraban más afín a su experiencia previa y estilo de vida, pero no acertaron y se encontró en casa con un animal que no podía quedarse solo:

"De repente mi vida pasó a estar toalmente supeditada al perro. Realicé y repetí durante meses todas las pautas de los expertos para tratar la ansiedad por separación y no sirvió de nada. Para poder salir una noche a cenar, tenía que darle un paseo previo de dos horas y grabar audios con mi voz para ponérselos en bucle y que se pensara que estaba en casa".

"Mi vida pasó a estar toalmente supeditada al perro"

Aunque ella estaba dispuesta a seguir intentándolo hasta encontrar una solución, fue la protectora la que, viendo que la situación no mejoraba después de nueves meses, le propuso a Irene intentarlo con otro galgo. En esta ocasión, las piezas del puzzle sí encajaron. Tanto para ella como para Diego, que con el tiempo también encontró una casa más adecuada para superar sus miedos. Algo que nos asegura que acabó haciendo y que, a día de hoy,  es "absolutamente feliz" en una finca en la que vive con dos gatos, una tortuga y otro perro.

"Lo veo en las fotos ahora y no tiene esa cara de terror que tenía cuando estaba conmigo. Al final, por mucho que nos quisieramos, yo era una persona que trabajaba todo el día en casa y eso agudiza la ansiedad por separación. Además, se benefician de la presencia de otro perro del que aprender". Por todo ello, esta experiencia le hizo darse cuenta de que, en realidad "no somos nosotros sino ellos los que deciden quienes son sus dueños".

Sentimientos de arrepentimiento

Durante los primeros días de tener a Mordisco escuché a la gente de mi entorno que tenía perro darme un consejo sobre algo que nunca les había escuchado verbalizar antes: "cuando te vengan las ganas de no querer tenerlo más, no te sientas culpable". Entonces pensé que era imposible que algo así me pasara a mí porque estaba informada y segura de mi decisión. Por supuesto, no podía estar más equivocada. De hecho, lo que ahora creo raro es que nunca jamás se te pase por la cabeza el arrepentimiento.

Patricia D. nos lo explica así: "hay días que se te hace cuesta arriba y días que dices 'qué bien que tengo un perrito que me saluda cuando llego a casa'". Ella decidió comprar una cachorra de boyero de Berna al poco de perder a su anterior perro enfermo de cáncer. "Cuando se puso mala por primera vez me arrepenti egoístamente porque no me veía preparada para sufrir la enfermedad de otro perro".

Aunque, también cuando hace cuentas y se da cuenta de lo caro que es todo lo relacionado con las mascotas y lo mucho que te empobrece o cuando le rompe algo, como el ordenador. "Te arrepientes por minutos pero luego viene con sus caritas y se me olvida", confiesa.

Para ella, que se convirtió en madre de su segundo perro en plena pandemia, era importante tener decisión sobre el carácter que iba a tener su mueva mascota, ya que venía de convivir con un beagle adulto muy complicado. Por ello sintió la necesidad de ir sobre seguro con una raza más tranquila. También pensaba que esta vez sería más fácil al ya conocer todo lo que conllevaba pero pronto se dio cuenta de que "como con los hijos, lo que aprendiste con uno, no te funciona con otro".

"Lo que aprendes con uno no te sirve para otro"

Algo que le ha sorprendido positivamente es lo rápido que aprenden los cachorros. No obstante, afirma llevar ya cuatro meses y 600 euros gastados en entrenamiento para tratarle el hiperapego. "Ahora veo que es básico llevar a un perro a un educador para trabajar con él porque a veces nosotros no somos capaces de educarles".

Si el bolsillo lo permite, consultar con un etólogo es algo que Irene también recomienda si nos sobrepasan los problemas con nuestro can. Pero sobre todo, recomienda prevenir "reflexionando muy, muy bien antes de adoptar si se puede tener un perro. Hay que hacerlo poniéndose siempre en lo peor y pensando que raza encaje con tu estilo de vida porque por mucho que quieras un mastín, por ejemplo, puede que pese más que tú y no puedas pasearlo sin dejarte las escapulas".

Una buena idea, si nunca has tenido perro y quieres probar, puede ser adoptar un perro mayor. "Te va a durar 3 ó 4 años y, además de ver si te gusta esa vida, le estás dando un buen final al perro mas antiguo de una protectora". Y es que, en la línea de lo que les dicen a los padres en las reuniones informativas sobre adoptar un hijo, ella también es de la opinión de que "no somos nosotros los que tenemos derecho a un perro sino que ellos tienen derecho a tener una casa y no vivir a la intemperie".

Fotos | @miayuste

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