Ayer conocíamos la última polémica en publicidad sexista: el nuevo restaurante de Ferrán Adriá en Ibiza ha elegido la imagen de cuatro mujeres desnudas (de espaldas) para promocionarse. Es un clásico de todos los veranos: los negocios de algunas zonas de costa siguen utilizando la imagen de la mujer sexualizada para conseguir clientela. Y, aunque no existen estadísticas específicas sobre la incidencia de las agresiones sexuales en estos puntos calientes del litoral español, quienes pasan allí sus vacaciones hablan de un acoso casi permanente a las mujeres en los ambientes nocturnos. ¿Es el combinado sex-sun-sangría peligroso para la mujer en las costas de España?
¿Qué nos dirían los datos?
Eso tenemos que preguntarnos. Qué nos dirían las estadísticas sobre agresiones sexuales en verano vs. invierno, en zonas de costa vs. interior... si existieran tales estudios. Sabemos que en España se denuncian más de mil violaciones cada año (1.239 en 2014, 1.127 en 2015). Es algo así como una violación cada ocho horas, nada más y nada menos. Pero nos falta información sobre qué incidencia tienen el verano, el alcohol y las zonas de turismo desenfrenado en el aumento de este tipo de delitos.
El ejemplo de San Fermín
Si hay unas fiestas en España en las que se asocia alcohol y diversión al aumento de las agresiones sexuales, esas son los sanfermines de Pamplona. La semana pasada hablábamos con una turista presente en estas fiestas, que nos contaba la sensibilidad que notó entre visitantes y, sobre todo, pamploneses a la hora de evitar el acoso a las mujeres. Y las autoridades de la ciudad han puesto toda la carne en el asador para acabar con ese tipo de delitos, publicando una Guía específica para este fin y promocionando en todos los medios unas fiestas libres de agresiones.
Pero ¿es este fenómeno de confundir diversión con acoso o agresión sexual patrimonio exclusivo de Pamplona? Por supuesto que no. En Pamplona se ha visibilizado el problema como parte de la lucha para acabar con él, pero sucede en más lugares. El nivel de fiesta y alcohol suele ser directamente proporcional al de vulnerabilidad de la mujer. Y en España hay unos cuantos puntos del litoral en el que la fiesta y el consumo de alcohol y otras sustancias alcanza niveles altísimos.
Algunos ayuntamientos han tomado medidas para evitar que esto ocurra. Es el caso del ayuntamiento de Alicante, que publicó la campaña «Yo soy intocable», con motivo de las pasadas fiestas de San Juan, o el de Benidorm, que para las fiestas patronales del pasado verano, propuso el lema «Sí, es diversión. No, es agresión», pero todavía estamos lejos de que estas medidas pasen de ser campañas puntuales en fechas concretas y se extiendan al ocio nocturno en general. Es lo que pretende el último spot de Energy Control, el programa perteneciente a la ONG Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD), que bajo el hashtag #NoJodasLaFiesta, pretende sensibilizar para prevenir agresiones sexuales:
Cómo se sientes quienes pasan el verano en los grandes destinos turísticos de la noche
Ibiza, Magaluf, Salou, Gandía, Benidorm, Lloret de Mar... Son muchos los puntos del litoral español, especialmente el Mediterráneo, en el que se concentran grandes grupos de personas que buscan diversión nocturna, alcohol a bajo precio (en el caso de los extranjeros) y... sexo. Obviamente, la gran mayoría de esas relaciones se producen de mutuo acuerdo, pero también es cierto que es complicado ser mujer y volver a casa de una noche de diversión en uno de esos puntos del país sin haber sufrido un mínimo de acoso. No lo decimos nosotros. Hemos hablado con seis mujeres que viven o pasan sus vacaciones en estas ciudades. Y esto es lo que nos han contado sobre la vida nocturna.
Alba pasa las vacaciones en Benidorm desde que era niña y ve que las cosas no han cambiado demasiado desde los años 90 en cuanto al trato a la mujer en la noche: «Sí, de vez en cuando salen noticias de que alguna publicidad sexista de una discoteca se retira, pero es algo puntual. La sensibilización general hacia el respeto a la mujer y la igualdad está muy lejos de conseguirse. Por ejemplo, aquí cada fin de semana es la fiesta de algo: de la espuma, de las camisetas mojadas, del semáforo... Las chicas entramos gratis en las discotecas, es el cebo perfecto. Pero es que dentro te das cuenta de que te deberían pagar a ti por entrar, porque te están prostituyendo. Una vez, estando en una discoteca conocida de Benidorm, un camarero me dijo que no me podía dar mi consumición si no llevaba la camiseta mojada, que eran las normas, y este es solo un ejemplo entre mil».
María tiene veintisiete años y veranea en Gandía. Ella también nos habla de las fiestas y de la situación que vive una chica como ella en ese ambiente nocturno: «La fiesta del semáforo, por ejemplo, es una de las más típicas en Gandía, así que todo mi grupo de amigos se apuntó. Yo en esa época estaba saliendo con un chico, así que me puse la pegatina roja para quitarme pesados de encima. Al entrar, el portero me dijo que si no me ponía al menos la naranja tenía que cobrarme la entrada completa, mientras mis amigas con pegatina verde entraron gratis. Sobra decir que pagué, y a mucha honra. En otra ocasión, un tipo me persiguió toda una noche tocándome el culo, y por mucho que grité no conseguí quitármelo de encima (ni nadie se acercó a ayudarme, por supuesto). Se lo comenté al portero de la discoteca y solo me dijo que "vienen a eso". Tampoco creo que ayude mucho que cualquier DJ, en algún momento de la noche, grite eso de "que levanten la mano las solteras". Y así podría seguir contando anécdotas durante días».
María José vive en Ibiza todo el año, y le indigna la imagen que los medios transmiten de una isla llena de cualidades muy diferentes a esas que venden los anuncios que muestran a mujeres desnudas: «Ibiza en verano es desenfreno, fiesta continua, sexo y drogas, así se nos ve "desde fuera", aunque la isla tiene otros encantos que no se potencian. Es muy triste acudir a alguno de los locales de moda, a cenar o ver un espectáculo, y comprobar que chiquillas a las que aún les falta varios años para cumplir los veinte ofrecen su juventud y belleza al mejor postor y, lo peor de todo, que ese mercadeo se acaba viendo como algo normal».
Silvia pasó hace un par de años un viaje de fin de curso en Magaluf, la zona más caliente del veraneo mallorquín: «Fue horrible, sinceramente. Al principio, todo parecía divertido: mucha barra libre, chicos guapos y demás. Pero enseguida me di cuenta de que las chicas de viajes de fin de curso, despedidas de soltera, etc., éramos carnaza fácil y las discotecas parecían un mercado de ganado. Y el famoso 'no significa no'... había que repetirlo mucho. Al final, un par de amigas y yo decidimos dejar de salir. Aprovechar la playa y hacer turismo, pero pasar de la noche. Por desgracia, casi ninguna de nuestras compañeras entendió que aquello nos pareciera tan infame».
Lorena pasó unos cuantos veranos en Salou entre los dieciséis y los veintidós años, y reconoce que sintió miedo muchas veces: «En Madrid volvía sola a casa por la noche con relativa tranquilidad, pero allí nunca me lo planteé. Los toqueteos estaban a la orden del día, que un turista te persiguiera por la calle también... Unos años después, estuve de Erasmus en Gales y me horroricé cuando vi que los viajes de desfase a Salou se publicitaban en las facultades hablando de mujeres fáciles y de, literalmente, 'pasar una semana follando con españolas'. Me pareció muy triste que esa falta de respeto a la mujer fuera tan aceptada e incluso se considerara divertida».
Lucía, por último, pone el foco, en cierto modo, en algunas mujeres: «Una mujer nunca incita a la agresión sexual, eso lo tengo muy claro. Jamás. Pero no estaría de más que empezáramos a luchar todas nosotras también contra la sexualización extrema. Hace un par de veranos, en Lloret de Mar, me encontré con un grupo de inglesas de despedida de soltera con camisetas que decían, textualmente, 'You can rape me today' ('puedes violarme hoy'). Y he estado en discotecas en que el DJ pide que las chicas se levanten la camiseta, y la mayoría lo hacen. La responsabilidad de las agresiones, el cien por cien de la responsabilidad, es de los hombres que las cometen, pero la sensibilización en el respeto por las mujeres tenemos que asumirla por las dos partes, creo yo».
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