Llamar a las cosas por su nombre es importante y nos negamos a dar pasos atrás en nuestra libertad sexual. No queremos consuelo, queremos placer
A veces cuesta que a las mujeres nos dejen hablar con propiedad, ya que cuando sacamos los pies del tiesto nos convertimos en una amenaza. Desde siempre y todavía hoy. Por supuesto, esto aplica a todos los ámbitos de la vida, incluida la libertad sexual, algo por lo que se nos sigue matando, humillando o agrediendo.
Por suerte, desde hace unos años, el papel de la mujer en el sexo ha dejado de ser tan tabú, o de estar reservado tan solo a la visión masculina, gracias a divulgadoras como la periodista experta en sexualidad Noemí Casquet, libros, series, películas, clases de educación sexual y marcas que han entrado en el mercado para reivindicarlo, trayendo estas por ejemplo a nuestras vidas el satisfyer, un juguete sexual que ha ayudado a que muchas mujeres, solas o en pareja, descubran lo que es de verdad un orgasmo.
La importancia de llamar a las cosas por su nombre: vibrador y dildo, no consolador
Cuando el vibrador llegó a España su nombre se tradujo como consolador, ya que lo que supuestamente hacía era consolar, paliar los males de las mujeres que iban de la mano de la histeria, una enfermedad que resultó no ser tal.
Pero como el lenguaje va evolucionando con la sociedad, ha llegado el momento de tocarle el hombro a todas las letras de la RAE para ver si las convencemos de darle un cariz diferente al placer femenino.
De hecho, hasta que este juguete sexual cruzó nuestras fronteras la acepción de la palabra que se contemplaba en los diccionarios de español era la que hace referencia a esa persona o cosa que presta consuelo, tal y como indican en la página web etimologías.
Además, algo que hay que tener en cuenta es que un vibrador y un dildo no son lo mismo. En principio, la palabra consolador se asocia al primer juguete, que tiene un mecanismo eléctrico, a diferencia del segundo, que simplemente tiene forma fálica y se utiliza para la estimulación de la vágina o el ano, pero sin vibración.
Ya el no saber diferenciar entre un objeto y otro da que pensar sobre la educación sexual que hemos recibido y cómo hemos ido asumiendo los conocimientos relacionados con la sexualidad femenina, siempre tan denostada. Tradicionalmente las mujeres estamos encasilladas en un rol que nos lleva a complacer mucho y a recibir poco.
No, en un vibrador o en un dildo no buscamos consuelo, buscamos disfrutar, desconectar y divertirnos solas o en compañía. Hacer con nuestros cuerpos lo que nos apetezca y ser dueñas de todo lo que nos han querido arrebatar durante tantos años: nuestra libertad sexual, una forma de control más, quizás la más básica, del mundo cisheteropatriarcal.
Llamar a las cosas por su nombre siempre suele ser un buen paso para iniciar un camino en el que se visibilicen diferentes realidades.
La llegada del vibrador, que no consolador, a nuestras vidas
Como explica Judith Tiral en este vídeo en colaboración con Platanomelón, hasta 1952 a las mujeres se nos diagnosticaba una enfermedad conocida como histeria. Los síntomas se identificaban con un estado de nervios y fatiga, algo a lo que luego también se le añade la irritabilidad, el llanto, el egoísmo o la emotividad. Todo cabe y además parece que se asocia solo a la mujer esta sintomatología o más bien expresión de determinados sentimientos.
La palabra histeria proviene del griego hysteron que quiere decir útero, de ahí que una histerectomía, una palabra que estamos escuchando mucho estos días debido a la operación a la que se ha sometido Kate Middleton, se use para hablar de lo que supone una extirpación de este órgano.
Básicamente ser una mujer histérica venía a decir que además de padecer todos los síntomas especificados, tu útero estaba moviéndose de arriba a abajo por tu cuerpo. ¿Qué solución encontraron los especialistas para aliviar todo esto? Practicar masajes genitales que lo que conseguían era inducir el orgasmo.
Sin embargo, como no podía ser de otro modo, estos doctores que se encargaban de estimular a las mujeres se cansaron de ello, una labor muy tediosa. Fue el médico, autor, inventor y empresario británico Joseph Mortimer Granville el que en 1880 creó el primer vibrador eléctrico. De hecho originalmente se llamaba martillo de Granville, todo bastante fálico de forma más o menos consciente.
No obstante, no fue hasta el siglo XX cuando el vibrador comenzó a ser lo que hoy conocemos como tal. La aparición de ciertos anuncios en los periódicos de una forma mucho más atractiva, sugerente e incluso ambigua hizo que este tomara una nueva función más allá de la de ese desahogo. "Mejora la salud general, alivia el estrés", pues póngame siete, a ver si así salgo del bucle.
La primera persona en describir el orgasmo femenino fue una monja alemana del siglo XII
Cuando las puertas del convento se cierran no tenemos certeza de qué es lo que sucede dentro, pero la monja alemana Hildegarda de Bingen dejó claro cristalino qué era lo que pasaba al menos por su cabeza.
Y es que ella, que vivió en la Alemania del siglo XII, llegando de hecho a los 80 años, una proeza para aquel entonces, se dedicó a, entre otras cosas, describir en sus obras el orgasmo femenino. ¿Hay algo más revolucionario que una mujer monja que nació en el 1098 hablando de estos temas? La respuesta es claramente no.
En su tratado científico Causae et curae, de Bingen habla de la sexualidad sin prejuicios morales y a diferencia de sus coetáneos en la materia, la religiosa trata el sexo como algo que concierne al hombre y a la mujer. De hecho, lo que ella planteaba es que este no es fruto del pecado y que el placer sexual es cosa de dos. ¿Eres consciente de que aún hay hombres heterosexuales que no conciben esto y si lo conciben les da igual?
"Tan pronto como la tormenta de la pasión se levanta con un hombre, es arrojado en ella como un molino. Sus órganos sexuales son entonces, por así decirlo, la fragua a la que la médula entrega su fuego. Esa fragua luego transmite el fuego a los genitales masculinos y los hace arder poderosamente".
"Y su pareja está lejos de ser un recipiente insensible. Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de esta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar, ese fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano".
Con estas palabras la monja iguala al hombre y a la mujer ante el sexo y hay dos cosas que me parecen especialmente interesantes en cuando a la actualidad:
- La parte de "y su pareja está lejos de ser un recipiente insensible", unos conceptos clave hoy en día cuando nos estamos hartando de que se nos juzgue en redes sociales tildándonos de putas (slut shaming) por el número de parejas sexuales que hayamos tenido (body count) y tratándonos y apelando a nosotras directamente como cubo de líquido.
- Y la de "inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse", donde define a la perfección parte de lo que sucede durante el orgasmo femenino, algo que no se comprobó de forma científica hasta los años 50 del siglo XX gracias a los estudios de Masters y Johnson, un trabajo que serviría de inspiración para la serie Masters of Sex.
Los estudios de Masters y Johnson sobre el orgasmo femenino
El ginecólogo William Masters y la psicóloga Virginia Johson fueron un matrimonio que dedicó gran parte de carrera profesional a estudiar la sexualidad humana.
A pesar de que sus investigaciones partieron de los trabajos de Freud, lo primero en lo que se distinguieron del psicoanalista, además de hacer un estudio mucho más profundo y empírico, es que mientras este concebía a las mujeres como sujetos pasivos en cuanto al sexo, es decir, únicamente lo practicaban según él para procrear, Masters y Johnson nos enfocaron como sujetos activos.
Para empezar, Masters creó el vibrador Ulysses, tal y como describen en la web Enter en su sección de Cultura Digital, que llevaba instalada una cámara con la finalidad de poder observar todo lo que acontecía en el cuerpo de la mujer durante el orgasmo. Las conclusiones llegaron en forma de cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo (la parte más corta durante la que se producen las contracciones rítmicas de los músculos de la vagina) y resolución.
Durante el proceso se produce un aumento del ritmo cardíaco y de la presión arterial, se agita la respiración, el clítoris se hincha, los labios se expanden, hay más lubricación y la sensibilidad de los pezones crece.
Masters y Jonhson fueron los primeros que estudiaron en profundidad la sexualidad de la mujer y que señalaron que esta podía llegar al orgasmo sin la necesidad de la estimulación masculina. Además, aseveraron que el placer femenino no era un reflejo del deseo de ellos y que había mujeres multiorgásmicas, una capacidad que aún no se ha distinguido en los hombres.
Algunos números del estudio
- Entre el 50% y 60% de las participantes no llegaron al orgasmo debido a problemas de ansiedad, baja autoestima, falta de confianza o de comunicación con la pareja.
- Desterraron el mito de que los penes pequeños son incapaces de dar placer.
- El 50% de las mujeres admitió haber fingido orgasmos.
- La media de relaciones sexuales en Estados Unidos que determinaron fue de dos días en semana
- El tamaño promedio del pene erecto era de 14,9 cm.
- Y las relaciones solía durar unos 25 minutos, implicando 15 de preliminares y 10 de coito.
El orgasmo vaginal existe, pero siempre es clitoriano
Como muchacha de 29 años que no recibió en el colegio e instituto formación alguna sobre educación sexual más allá del temario del aparato reproductor femenino en el que el clítoris ni tenía su propio apartado, me parece especialmente importante aclarar esto, ya que si estás descubriendo tu sexualidad, tengas 15 años, 22, 37 o 59, puede que te ayude bastante tener esto en mente: puedes alcanzar el orgasmo mediante la penetración, pero se trata de una estimulación del clítoris, o mejor dicho, de sus ramificaciones, no de la vagina.
Para poder disfrutar de la sexualidad propia hay que conocerse bien, de modo que los tabúes asociados a ella se esfumen, y también ser sincera con una misma para poder hacer y pedir lo que de verdad te apetezca. Porque está genial complacer, pero también que te complazcan y que te escuchen para saber cómo hacerlo. Y si quieres algunos consejos para ello y estás dispuesta o dispuesto a aprender, te contamos cómo masturbar a tu pareja y conseguir que alcance un orgasmo con mayúsculas
Fotos | LELO, Pixabay y Sony Pictures Television
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