Seguro que muchos recordamos a la zorra de nuestro instituto. O de aquel grupo de amigos de los veranos de nuestra adolescencia. Puede que alguna vez hayamos llamado zorra a la mujer que se nos cuela en la cola del cine. O que nos lo haya gritado a nosotras un conductor enfurecido a través de la ventanilla de un coche. El hecho (dramático) es que pocas mujeres se libran de haber sido calificadas de zorras o putas en algún momento de su vida. Es bastante fuerte, si lo pensamos bien.
No es solo que en los insultos a las mujeres siempre haya un matiz de hipersexualización (o que, incluso a los hombres, se les insulte con la sexualidad de sus madres como arma arrojadiza). No es solo una palabra vacía convertida en insulto. Es que a las mujeres se nos sigue insultando por el uso que hacemos de nuestra sexualidad. Y eso tiene un nombre: slut shaming.
Qué es el slut shaming exactamente
El International Feminist Journal of Politics define el slut shaming como «una forma de estigma social aplicado a personas, especialmente mujeres, que se considera que violan las expectativas tradicionales sobre comportamientos sexuales». Algunos de los ejemplos tradicionales de comportamientos que estigmatizan a la mujer serían las críticas por vestir de forma provocativa, por ser promiscuas sexualmente o, uno de los casos más extremos, la culpabilización de la víctima en casos de violación.
Pero no nos quedemos en la teoría. Por desgracia, tenemos cientos de ejemplos en la práctica para comprenderlo mejor. Desde los vídeos de los pasados sanfermines en los que algunos asistentes justificaban las agresiones sexuales por los escotes que llevaban algunas chicas hasta casos de celebrities como la venganza en internet de Rob Kardashian a Blac Chyna a través de la publicación de fotos íntimas. Incluso en la ficción, una de las series de este año ha sido Por trece razones, en la que se refleja, casi desde el primer capítulo, el acoso escolar que sufre Hannah, su protagonista, tras haber tenido una cita, que el chico mintiera sobre lo ocurrido en ella y que todo el instituto comenzara a llamarla zorra.
Las redes sociales, el mejor escenario para el slut shaming
Que las redes sociales, en ocasiones, sacan lo peor de algunas personas es algo que llevamos años comprobando. La apariencia de anonimato que permiten hacen que muchos usuarios den rienda suelta a su intención de humillar a una mujer por su sexualidad. Es algo por lo que pasan a diario mujeres conocidas como Emily Ratajkowski y otras sexygrammers que, por mostrar sus cuerpos en Instagram u otras redes sociales, se topan con miles de comentarios insultantes.
Uno de los casos más recientes ha sido el de la influencer body positive @bodyposipanda, que ha tenido que salir al paso esta misma semana de los comentarios que la acusaban de mostrar «demasiada piel» en algunas de sus publicaciones. Todo su mensaje en Instagram es un alegato perfecto contra el slut shaming: «[...] Hecho: la cantidad de piel que una mujer enseña no tiene nada que ver con cuánto respeto merece o con cuánto se respeta a sí misma. Hecho: una mujer puede elegir celebrar su cuerpo en su estado más natural sin esperar la gratificación o el placer sexual de otra persona. Hecho: pensar 'sexo', 'zorra' o 'vístete' en cuanto ves alguna forma de desnudo es algo que te ha enseñado una cultura que nos dice que los cuerpos de las mujeres están ahí para el consumo de otras personas y no para el nuestro. La hipersexualización constante de los cuerpos femeninos nos enseña que nuestra sexualidad es vergonzosa y nuestros cuerpos son escandalosos».
El slut shaming como prueba perfecta del machismo social
Hay una verdad incontestable a la hora de calificar el slut shaming como una de las mejores muestras del machismo que aún pervive en la sociedad: es algo que afecta exclusivamente a las mujeres. Los hombres no son humillados por ser sexualmente promiscuos. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, puede mostrar su cuerpo en Instagram cuantas veces quiera sin que nadie lo insulte por ello. Es más, en muchas ocasiones son aplaudidos precisamente por lo que las mujeres son vapuleadas.
Leora Tanenbaum, una autora feminista que lleva más de dos décadas estudiando el fenómeno del slut shaming, afirma que la mujer se ve sometida a una paradoja difícil de comprender: la sociedad nos obliga a ser atractivas, nos incita a ello, pero nos recuerda que debemos tener cuidado y no serlo demasiado. Cuidarnos físicamente y tener buen aspecto está bien. Mostrarlo o alardear de ello está mal. Un equilibrio realmente difícil de conseguir.
El peor escarnio dentro del escarnio
Hay una versión del slut shaming que estremece. La peor cara de este mal con el que convivimos a diario: la humillación pública de quienes han sufrido agresiones sexuales. La eterna duda que siembran algunos sobre si la víctima no haría algo para merecerse su final. Si estaría bebida o vestiría o se comportaría de una determinada manera que pudiera provocar a su agresor. En Netflix podemos encontrar el documental Audrie y Daisy, quizá la mejor muestra que podemos encontrar de ese slut shaming que sufren las víctimas de violación.
En él, conoceremos a Audrie y Daisy, dos chicas que fueron violadas en el comienzo de la adolescencia por chicos de su entorno. Es Daisy quien narra el drama que vivieron, ya que Audrie no puede hacerlo: a los quince años, no soportó más las consecuencias de lo ocurrido y se suicidó. «Lo peor no fue la violación; lo peor fueron las humillaciones que vinieron luego», afirma ante la cámara en este documental imprescindible para comprender la letra escarlata con la que cargan muchas víctimas de agresiones sexuales y que se convierte en el peor escarnio dentro del slut shaming.
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